La liturgia del jueves y viernes Santo es una invitación
a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien
desee seguirlo tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, ser
espectador de todo lo que aconteció 'en la noche en que iban a entregarlo'. Y
por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación
al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando
decide lavar los pies a sus discípulos. El viernes, en este día la Iglesia
celebra la gloriosa Pasión de Jesús, Su Muerte victoriosa. Destaca como símbolo
de salvación la Cruz del señor.
El feriado de Semana Santa puede servir para meditar
acerca de lo que lo humano y lo sobrehumano tienen que definir en el devenir
futuro de nuestra especie.
Más allá de creencias religiosas, más allá de la
expresión de intensos sentimientos humanos y más allá de interpretaciones
políticas coyunturales, es innegable que
el cristianismo ha sido, por mucho, el fenómeno más importante de la historia
de occidente. Desde un punto de vista objetivo, toda manera de ver la vida, la
muerte, los seres humanos, el futuro, el destino, la esperanza, el ser, el
poder, el tener, el mejorar, el bienestar y el saber, ha estado determinada, o
cuando menos influida, por la doctrina de Cristo, llevada al entendimiento
común por el más importante de sus intérpretes y pilar doctrinal de la
religión: San Pablo.
Fustel de Coulanges señala, en su clásica y primordial
obra La ciudad antigua, una de las innovaciones esenciales que el cristianismo
trajo a la vida de la humanidad. Otra innovación, igualmente importante, la
describe Giovanni Papini en su Historia de Cristo.
Dice Coulanges que, hasta antes del cristianismo, todas
las creencias eran patrimonio social y, por lo mismo, religión de Estado. Los
dioses antiguos tenían nación y nacionalidad. Reinaban y protegían a su grupo
exclusivo, así se llamara nación, pueblo, raza, clan, tribu o estirpe. Los
ajenos al grupo eran, ineludiblemente, también ajenos a su religión y hasta
enemigos de su deidad.
El Señor está firmemente clavado en la Cruz. Había
esperado muchos años y en aquel día se cumplía un deseo de redimir a los
hombres. Lo que había sido un instrumento infame y deshonroso, se convertía en
el árbol de la vida y escalera de la Gloria. Una honda alegría le llenaba el
extender los brazos sobre la Cruz, para que supiéramos los hombres que así
tendría siempre los brazos para los pecadores que se acercaran a Él: abiertos.
Según una antiquísima tradición, la Iglesia no celebra
los sacramentos en este día ni el siguiente. El altar debe estar desnudo por
completo: sin cruz, sin candelabros, sin manteles.
Ayuno y abstinencia se incluyen como precepto a obedecer,
como lo dice el Código de Derecho Canónico en el número 1251, 1252 y 1253, en
el cual los días de guardar ayuno y abstinencia son el Miércoles de Ceniza y el
Viernes Santo. Las edades son de 14 a 59 años.
El ornamento sacerdotal para esta solemnidad es color
rojo.
La primera parte es la Liturgia de la Palabra y la
Oración Universal. Se lee la Pasión del Señor según el Evangelio de San Juan.
La segunda parte es la Adoración de la Cruz: el leño del
Calvario no es sólo un suplicio, sino sobre todo la cruz exaltada. El
celebrante, los ministros y los fieles van a postrarse sucesivamente delante
del crucifijo en señal de adoración de Cristo, triunfante por la Cruz.
La tercera parte es la Sagrada Comunión se distribuye
únicamente a los fieles dentro de la celebración de la Pasión del Señor; a los
enfermos, que no pueden participar en dicha celebración, se les puede llevar a
cualquier hora del día.
El Vía Crucis es la devoción propagada sobre todo por los
franciscanos a partir del s. XV y s. XVI; que consiste en recorrer un
itinerario de representaciones, llamadas estaciones, de las etapas del camino que
va del palacio de Pilato al Calvario, deteniéndose a meditar y a rezar en cada
una de las estaciones.
Otra devoción muy frecuente es el Sermón de las Siete
Palabras.
Se encuentra la Procesión del Silencio y la compañía de
la virgen vestida de luto. Existen muchas tradiciones populares según el lugar
y la inculturación.
Tal vez una de las tradiciones populares que ha tomado
mucha fuerza es la representación en vivo del Vía Crucis. Sin embargo, esta
tradición no substituye la liturgia del Día, pues es un mandamiento de la
Iglesia que todos debemos cumplir
ANTES...
La liturgia del Jueves Santo, también, es una invitación
a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien
desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, ser
espectador de todo lo que aconteció 'en la noche en que iban a entregarlo'. Y
por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación
al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando
decide lavar los pies a sus discípulos.
En este sentido, el Evangelio de San Juan presenta a
Jesús 'sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios
y a Dios volvía' pero que, ante cada hombre, siente tal amor que, igual que
hizo con sus discípulos, se arrodilla y le lava los pies, como gesto
inquietante de una acogida incansable.
San Pablo completa el retablo recordando a todas las
comunidades cristianas lo que él mismo recibió: que aquella memorable noche la
entrega de Cristo llegó a hacerse sacramento permanente en un pan y en un vino
que convierten en alimento su Cuerpo y Sangre para todos los que quieran
recordarle y esperar su venida al final de los tiempos, quedando instituida la
Eucaristía.
La Santa Misa es entonces la celebración de la Cena del
Señor en la cuál Jesús, un día como hoy, la víspera de su pasión,
"mientras cenaba con sus discípulos tomó pan..." (Mt 28, 26).
Él quiso que, como en su última Cena, sus discípulos nos
reuniéramos y nos acordáramos de Él bendiciendo el pan y el vino: "Hagan
esto en memoria mía" (Lc 22,19).
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