Rafael Michel.
Del libro de Metafisica 4 en 1, de CONNY MÉNDEZ
1898-1979
Nació en Caracas, el 11 de abril de 1898. Hija del distinguido escritor poeta Don Eugenio Méndez y
Mendoza y de Doña Lastenia Guzmán de Méndez y Mendoza. La Metafísica es una de estas mansiones, o sea, el estudio de las leyes mental-espirituales. No se mete con el
―espiritismo, aunque éste último es también una mansión en la casa del Padre.
Que esta obrita te traiga toda la paz y la prosperidad que ha traído a tantos otros.
Todo el día y toda la noche
estamos pensando infinidad de cosas distintas. Pasa por nuestra mente una especie
de película cinematográfica constante, aunque desconectada.
Entre tantas ideas diferentes,
nos detenemos a contemplar, examinar o estudiar algunas más que otras.
¿Por qué? Porque nos han
estimulado el sentimiento. Nos han producido un sentimiento de temor o de antipatía,
de simpatía o de lástima, un sentimiento de agrado o de desagrado, no importa.
El hecho es que por aquel sentimiento, la idea nos interesa, la repasamos más
tarde, tal vez la comentamos con alguien. Esto es meditar, y lo que así se
medita pasa al subconsciente y se graba allí.
Una vez que se graba una idea en
el subconsciente se convierte en un ―reflejo‖. Tú sabes que cuando el médico te
da un golpecito en la rodilla, tu pierna da un salto. Te han tocado un punto
sensible y has reccionado ¿no? En esa misma forma, cada vez que ocurre en tu
vida algo referente a una de las ideas que están grabadas en tu subconsciente,
el ―reflejo‖ reacciona en la forma exacta en que fue grabado. Tú adoptas una actitud
de acuerdo con el sentimiento original que sentiste cuando primero pensaste en
aquella idea. Los metafísicos llamamos a esto un ―concepto, o sea, una
creencia, una convicción.
El subconsicente no discierne.
No decide nada, no opina ni piensa por sí solo. No tiene poder para protestar, no
tiene voluntad propia. Esas no son sus funciones. Su única función es la de
reaccionar poniendo a la orden el reflejo que se le ha dado. Él es, en este
sentido, un maravilloso archivador, secretario, bibliotecario automático que ni
descansa ni falla jamás. Tampoco tiene sentido del humor. No sabe cuándo una
orden ha sido dada en chiste o en serio. De manera que si tu nariz es un
tantico abultada; y si tú, por hacer reír a los demás, adoptas el chiste de
llamarla ―mi nariz de papa rellena‖, por ejemplo, como el subconsciente es un servidor
exacto, no tiene sentido del humor y sólo sabe obedecer incondicionalmente,
tratará por todos los medios de cumplir la orden que le han dado en tus
palabras y tu sentir... y verás a tu nariz parecerse más y
más a una papa rellena. La
palabra ―Metafísica quiere decir ―más allá de lo físico, o sea, la ciencia que estudia y trata de todo
lo que está invisible a los sentidos físicos. Te da la razón de ser todo lo que
no comprendemos; de todo lo misterioso; de todo lo que no tiene una explicación
evidente; y es exacta, como comprobarás a medida que leas este librito.
Ahora verás: ¿Recordarás tú la
primera vez que oíste mencionar la palabra ―catarro‖? ¿No lo recuerdas, verdad?
Eras muy pequeñito. La palabra la dijeron tus mayores. Te enseñaron a temerla.
A fuerza de repetirla te instruyeron a comprenderla, te dijeron que no te
mojaras los pies, que no te pusieras en una corriente de aire, que no te
acercaras a alguien porque tenía catarro y se te pegaba, etc., etc. Todo lo
cual se fue grabando en tu subconsciente y formando allí un reflejo. No tuviste
jamás que recordar las advertencias de tus mayores.
El daño estaba hecho. De allí en
adelante, tu subconsciente te ha brindado un catarro (el mejor que te pueda obsequiar)
cada vez que te has colocado en una corriente de aire, cada vez que se te han
mojado los pies, cada vez que te acercas a un acatarrado y cada vez que tú oyes
decir que anda por allí una epidemia de gripe o de catarro.
Por culpa de tus mayores, por lo
que has escuchado decir a los demás; por lo que has leído en los periódicos y
en los anuncios, en el radio y televisión, y sobre todo porque ignoras la verdad
metafísica de la vida, has aceptado estas ideas erróneas y se convirtieron en
reflejos que actúan sin premeditación tuya, automáticamente, y que son causa de
todos los males que te aquejan en el cuadro de tu vida. Tienes un cargamento
voluminoso de ideas ajenas que afectan todos los departamentos de tu vida, tu
cuerpo, tu alma y tu mente. Advierte que si no lo hubieras aceptado; si por el
derecho que te da tu libre albedrío de escoger, aceptar y rechazar, no hubieras
aceptado lo negativo, no hay germen ni virus ni poder en el mundo que hubiera
podido atacar ni convencer a tu subconsciente para que actuara de ninguna otra
forma que aquella que tú le diste.
Tu voluntad, negativa o
positiva, es el imán que atrae hacia ti los gérmenes, las circunstancias
adversas o las buenas. Como ya hemos dicho, tu actitud negativa o positiva ante
los hechos, determinan los efectos para ti.
LA FÓRMULA INFALIBLE
Quedamos en que cada mente
humana contiene una acumulación de opiniones, convicciones o conceptos errados
–contrarios a la Verdad y en conflicto con lo Principios básicos de la Creación-
y que están perennemente manifestando, en las condiciones exteriores, todas
esas calamidades y sufrimientos que aquejan al ser humano y el mundo en
general; enfermedades, accidentes, dolencias, pleitos, desarmonías, escasez,
fracasos y hasta la muerte.
Felizmente, nada de eso se
ajusta a la Verdad del Ser. Felizmente existe la manera de borrar todas esas creencias
falsas y de sustituirlas por correctas, que no solamente produzcan condiciones
y circunstancias positivas, buenas, felices, correctas, sino que, una vez
corregido el error y establecida la Verdad en el subconsciente, nunca más
podrán volver a suceder las cosas negativas en nuestras vidas. La orden ha sido
cambiada. El imán ha cambiado de polo. Es absolutamente imposible atraer algo
que no encuentre ya su correspondencia en nosotros.
La fórmula infalible es la
siguiente: Cada vez que te ocurra algo indeseable, que te enfermes, que te
ocurra un accidente, que te roben, que te ofendan, que te molesten... o que TÚ
seas la causa de algún mal hacia otro o hacia tí mismo... si eres afligido por
un defecto físico, o moral, o de carácter; si te desagrada alguien, si lo detestas,
o si amas demasiado y sufres por esto; si te torturan los celos; si te enamoras
de alguien que pertenezca a otro; si eres víctima de una injusticia; o eres
víctima del dominio de otro. (La lista es interminable, de manera que suple tú
la condición que te esté afectando).
Conoce la Verdad.
Así Jesucristo, el más grande de
todos los Maestros de Metafísica, dijo ―Conoced la Verdad y ella os hará libre.
[Evangelio de San Juan: 8, 32]. La Verdad, la ley suprema es La Armonía
Perfecta, la belleza, la bondad, la justicia, la libertad, la salud (Vida),
inteligencia, sabiduría, amor, dicha. Todo lo opuesto es apariencia. Es
contrario a la ley suprema de la Armonía Perfecta luego es mentira porque es
contrario a la Verdad.
Tu ―YO superior es perfecto. En
este momento y siempre ha sido perfecto. No puede enfermarse porque es VIDA. No
puede morir por la misma razón. No puede envejecer. No puede sufrir. No puede
temer. No puede pecar. No tiene que luchar. No puede cambiar jamás. Es bello.
Es amor, inteligencia, sabiduría, dicha.
Esa es la Verdad. Es tu Verdad,
la mía, la de todos los seres humanos, ahora mismo.
No es que el ser humano sea
Dios. Así como una gota de agua de mar no es el mar. Pero contiene todo lo que
forma y contiene el mar, en un grado infinitesimal; y para un átomo, esa gota
de agua es un mar.
CUALQUIER COSA QUE ESTÉS
MANIFESTANDO; QUE TE ESTÉ OCURRIENDO CONTRARIA A LA ARMONÍA PERFECTA, O QUE TÚ MISMO
ESTÉS HACIENDO O SUFRIENDO CONTRARIA A LA ARMONÍA PERFECTA, SE DEBE A UNA
CREENCIA ERRADA QUE TÚ CREASTE, YA LO SABES, Y QUE POR REFLEJO ESTÁS LANZANDO HACIA
AFUERA Y ATRAYENDO SU IGUAL, DEL EXTERIOR. NO TIENE NADA QUE VER CON TU YO
SUPERIOR. ÉSTE CONTINÚA PERFECTO. SUS CONDICIONES Y SU SITUACIÓN SON PERFECTAS.
Ahora, en cada una de las
circunstancias enumeradas más arriba, debes recordar lo que te acabo de decir, primeramente,
y luego decir mentalmente o en voz alta, como quieras, ―NO LO ACEPTO.
Dilo con firmeza pero con
infinita suavidad. Los trabajos mentales NO NECESITAN de la fuerza física. Ni
el pensamiento ni el espíritu tienen músculos. Cuando tú digas ―No lo acepto‖,
hazlo como si dijeras ―No me da la gana, tranquilamente, pero con la misma
convicción y firmeza, sin gritar, sin violencia, sin un movimiento, sin brusquedad.
¿Me hago comprender?
Después de haber dicho ―no lo
acepto, recuerda que tu YO superior es perfecto; que sus condiciones son perfectas.
Ahora dí: ―DECLARO QUE LA VERDAD DE ESTE PROBLEMA ES... (armonía, amor,
inteligencia, justicia, abundancia, vida, salud, etc., cualquiera que sea lo
opuesto a la condición negativa que se esté manifestando en ese momento).
¡GRACIAS PADRE QUE ME HAS OÍDO!
No tienes por qué creer ciegamente lo que estás leyendo. Debes comprobarlo tú mismo.
¡GRACIAS PADRE QUE ME HAS OÍDO!
No tienes por qué creer ciegamente lo que estás leyendo. Debes comprobarlo tú mismo.
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