sábado, 19 de septiembre de 2009

VESTIDO DE LYCRA

Rafael Michel
El vestido rojo, azul, blanco, rosa, dorado de lycra que lleva puesto muestra la forma de su cuerpo de una manera grotesca, sus senos no son de una jovencita, sino de una madre que ya dio de amamantar tres hijos, está llena de estrías de las que quedan después del embarazo.Ella es Brenda Berenice “a secas” en este lugar no hay apellidos y a veces ni nombre, a pocos hombres les interesa saber cómo se llama la mujer que les está abriendo las piernas a cambio de 30 pesos.Bienvenidos a la zona de tolerancia de Tijuana, Baja California; mejor conocida como zona norte, este lugar podría pasar fácilmente como una unidad habitacional, eso si de muy bajo costo, hay tiendas, cocinas económicas, canguritos, áreas verdes y hasta una cancha de basquebol, que nunca es usada.Es martes a mediodía, decenas de mujeres entran y salen de la unidad médica de la zona de tolerancia de la zona norte, es día de revisión médica a todas le toman la muestra de VIH-Sida y pasan a consulta médica para descartar alguna enfermedad de transmisión sexual. Por este servicio las mujeres que trabajan en este sitio pagan 56 pesos cada semana.Algunas están nerviosas por la revisión médica, temen una mala noticia, dicen que se cuidan, pero que “a veces” aceptan 200 pesos por hacerlo sin protección, aunque si les detectan una enfermedad las suspenden de su trabajo y pueden perder más de lo que ganaron y es que el tratamiento de una infección mínimo sale 500 pesos.Yolanda llegó apurada a su consulta fue a dejar a sus hijos a la escuela y hoy ella no trabaja. Dice que los martes no son buenos días y que prefiere quedarse en casa para lavar y hacer quehaceres domésticos.“Sólo vine a la revisión porque sino, no me checan el tarjetón y no puedo trabajar, yo estoy segura que no tengo nada porque siempre le pongo condón al cliente, si no, nomás no les dejo entrar, todas sabemos que podemos enfermarnos y aquellas que aceptan hacerlo sin condón ya saben a lo que se arriesgan. Hoy no me voy a quedar es que los lunes y martes son muy flojos si no son quincena” dice esta mujer de 38 años que anda vestida como cualquier otra ama de casa, blusa blanca, falda rosa hasta las rodillas y maquillaje.Yolanda señala que el día está muy flojo, pero aún así se ven muchos hombres paseándose por los pasillos de la zona de tolerancia, éste lugar está dividido en 18 módulos, cada módulo con 10 cuartos, es decir hay 180 cubículos, de los cuales 140 están ocupados el resto se encuentra en total abandono. Cada trabajadora paga 25 pesos diarios por el cuarto lo use o no.Karla es una de las mujeres más jóvenes de la zona galáctica, tiene 26 años de edad, las demás oscilan entre los 30 y 45 años, la más grande tiene 58 años.Vestida con baby doll azul y sin ropa interior abajo, Karla asegura que todas las mujeres que trabajan acá son madres y que muchas han gestado a sus hijos en estos cuartos tan pequeños donde apenas cabe una cama, una mesa de televisión y que todo el tiempo están oliendo a aromatizantes de piso.-Más de una de acá no sabe ni de quien es su hijo y es que en los buenos días uno se llega a echar hasta 20 clientes al hilo.- ¡Veinte!-¡Hay! Mi reina, si aquí no es como que si tuvieras sexo con tu novio, aquí a lo que vienen a tocar lo más que puedan, porque atrás viene el otro. Nada de besos y no por otra cosa, sino porque los hombres saben que tienen poco tiempo y prefieren chuparte una teta a estar besando, comenta Karla con la naturalidad de quien habla de su labor diaria.En la pared del cuarto de esta mujer hay una imagen del Papa de Juan Pablo II, que contrasta con el resto de las imágenes que muestran mujeres desnudas masturbándose o teniendo sexo oral.La mayoría de las mujeres que trabajan en la zona, empezaron en este oficio ya adultas y con hijos en brazos. La historia de Karola -de su Karne- es de telenovela, pero hasta ahora no ha llegado su príncipe azul a rescatarla y desde hace muchos años dejo de esperarlo.“Yo no soy de Xalapa veracruz, vengo de una comunidad, me vine porque mi papá me pegaba mucho y quedé embarazada y dije si me quedo me mata. Me vine a buscar a mí novio, el que me dejo con la panza, pero nunca lo encontré, me puse a trabajar de mesera en una cantina y ahí ya bolos los hombres me tocaban, quise buscar trabajo de criada, pero con niños no te lo dan, entonces me puse a trabajar en la cantina no sólo como mesera sino también en otras cosas, pero creía que todavía iba a encontrar a mí novio cuando mí hijo hizo seis años me di cuenta de que nunca lo iba a encontrar”, ahora el hijo de Yazmín tiene 12 años y no tiene la más mínima idea del oficio de su mamá. Lala, es una de las mujeres más grande que trabaja en este lugar, tiene 58 años, pero aparenta menos talvez 50 ya es abuela y sus hijas e hijos saben cual es su trabajo. Sus senos y sus glúteos ya no le dejan de antes ahora vende zapatos y bolsas entre las “muchachas” para que pueda sobrevivir. Doña Lalina, como le llaman sus compañeras, empezó a trabajar en la calle siempre que se ha ganado más ahí, la tarifa en la calle es de 200 pesos, pero las mujeres que trabajan en la avenida central o en los parques son más jóvenes y la zona de tolerancia no es su lugar de trabajo ideal porque ahí llegan ancianos y niños buscan su primer encuentro sexual.“Ya no tengo tantos clientes, son muy pocos, cobró lo mismo que las otras -30 pesos- pero ellas ya en la cama le sacan más, yo ya no puedo tengo echarme al menos dos al día para que salga lo del cuarto y me queden mis 35 pesos porque mis hijos ya hicieron su vida y yo me mantengo sola.“Una se viene a la zona cuando ya ve que en la calle no se saca nada, el cuerpo esta muy jodido, las de la calle no se quieren venir acá porque dicen que aquí viene puro chamula pobre, viejitos y chavitos que todavía no se les para y es cierto”, señala esta mujer no con tristeza sino con resignación, sabe que los años en este trabajo les pasa la factura, cuando era joven tenía la oportunidad de escoger a sus clientes ahora se tiene que conformar con lo que hay.Cada mujer que trabaja en este lugar tiene una historia, no todas son tristes, algunas optaron por este trabajo por convicción, por vocación “porque me gusta y si me pagan mejor”, dice una de ellas a gritos envuelta en una toalla y meneando su trasero por los pasillos de la zona de tolerancia. !"mua mua!"

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