Rafael Michel
Desde Tijuana, Baja California y con base a lo que leemos y escuchamos creemos muchos que sin duda, el mundo se encuentra ante el peor evento atómico registrado en los últimos 25 años.
Primero, el quinto terremoto más intenso registrado en el planeta en los últimos 110 años. Después, un brutal tsunami de 10 metros que arrasó su costa noreste. Y, por último, una serie de explosiones en la central nuclear de Fukushima Dai-ichi que liberaron material radiactivo al aire.
Esa es la triple tragedia que hoy experimenta Japón -la tercera economía más dinámica del mundo- y que mantiene al imperio del sol naciente entre el dolor de las pérdidas humanas y la zozobra de una catástrofe nuclear. En Tokio, la capital nipona, el miedo a la posible llegada de una nube tóxica proveniente de los reactores afectados se suma al temor al desabastecimiento de productos básicos como agua y combustibles y a los apagones de energía. La metrópolis, famosa por sus avisos de neón y luces publicitarias, lucha en estos momentos por ahorrar electricidad.
Los incendios en la planta de Fukushima ya dieron lugar a una alocución del primer ministro japonés, Naoto Kan, donde declaró el "estado de emergencia nuclear" y ordenó la evacuación de miles de habitantes en un radio de 30 kilómetros alrededor de la central. Organizaciones como la Agencia de Seguridad Nuclear francesa han catalogado el suceso nipón como de categoría 6 o "accidente importante", solo superada por la calificación de nivel 7 de la tragedia de Chernóbil, en la Unión Soviética, en 1986, "accidente grave". Sin duda, el mundo se encuentra ante el peor evento atómico registrado en los últimos 25 años.
El pueblo japonés enfrenta así la que parecía una improbable combinación de un terremoto de 9 puntos en la escala de Richter con una seria amenaza de radiactividad. Lo paradójico es que esta emergencia se presenta en el único territorio del planeta que ha sido víctima de un doble holocausto nuclear, en la II Guerra Mundial. El grave peligro de los reactores dañados casi ha hecho olvidar el impacto del tsunami. Según el balance oficial, ha habido más de 3.300 muertos y unos 7.000 desaparecidos, y pueblos costeros enteros borrados del mapa. En medio de la triple tragedia, los japoneses dan muestra al mundo de civismo y disciplina social, mientras la magnitud del desastre lleva al límite los recursos de una nación acostumbrada a la planeación y gestión de emergencias.
Las 'olas' del tsunami siguen golpeando en otras costas. La crisis en Fukushima ha despertado un debate global sobre la energía atómica. Hoy en día existen 417 reactores, distribuidos en veinte países, desde Estados Unidos, con 104, hasta Argentina, con 2. Actualmente, China construye unos 27 y Rusia, otros 11. La necesidad de reducir las emisiones de gases efecto invernadero había servido de excusa para limpiar la mala reputación de este tipo de plantas y convertirlas, en años recientes, en una opción 'verde' contra el calentamiento de la Tierra.
Sin embargo, la amenaza en Japón les ha recordado a sus defensores la principal razón contra las centrales atómicas: los riesgos de seguridad. Si bien los reactores de Fukushima aguantaron un sismo quince veces más poderoso que el máximo permitido por su diseño, evaluaciones iniciales revelan que hubo fallas en los sistemas de defensa de la planta. Suiza y Alemania suspendieron sus planes de construir más centrales.
En materia económica, la incertidumbre generalizada ha empujado las bolsas a la baja. Mientras que un desastre natural genera una caída temporal y luego expectativas por el esfuerzo de reconstrucción, un evento nuclear distorsiona los mercados energéticos, impacta las políticas estatales y dispara la ansiedad. Con la batalla contra el reactor aún en progreso, no hay claridad sobre los alcances reales del accidente en Fukushima.
Primero, el quinto terremoto más intenso registrado en el planeta en los últimos 110 años. Después, un brutal tsunami de 10 metros que arrasó su costa noreste. Y, por último, una serie de explosiones en la central nuclear de Fukushima Dai-ichi que liberaron material radiactivo al aire.
Esa es la triple tragedia que hoy experimenta Japón -la tercera economía más dinámica del mundo- y que mantiene al imperio del sol naciente entre el dolor de las pérdidas humanas y la zozobra de una catástrofe nuclear. En Tokio, la capital nipona, el miedo a la posible llegada de una nube tóxica proveniente de los reactores afectados se suma al temor al desabastecimiento de productos básicos como agua y combustibles y a los apagones de energía. La metrópolis, famosa por sus avisos de neón y luces publicitarias, lucha en estos momentos por ahorrar electricidad.
Los incendios en la planta de Fukushima ya dieron lugar a una alocución del primer ministro japonés, Naoto Kan, donde declaró el "estado de emergencia nuclear" y ordenó la evacuación de miles de habitantes en un radio de 30 kilómetros alrededor de la central. Organizaciones como la Agencia de Seguridad Nuclear francesa han catalogado el suceso nipón como de categoría 6 o "accidente importante", solo superada por la calificación de nivel 7 de la tragedia de Chernóbil, en la Unión Soviética, en 1986, "accidente grave". Sin duda, el mundo se encuentra ante el peor evento atómico registrado en los últimos 25 años.
El pueblo japonés enfrenta así la que parecía una improbable combinación de un terremoto de 9 puntos en la escala de Richter con una seria amenaza de radiactividad. Lo paradójico es que esta emergencia se presenta en el único territorio del planeta que ha sido víctima de un doble holocausto nuclear, en la II Guerra Mundial. El grave peligro de los reactores dañados casi ha hecho olvidar el impacto del tsunami. Según el balance oficial, ha habido más de 3.300 muertos y unos 7.000 desaparecidos, y pueblos costeros enteros borrados del mapa. En medio de la triple tragedia, los japoneses dan muestra al mundo de civismo y disciplina social, mientras la magnitud del desastre lleva al límite los recursos de una nación acostumbrada a la planeación y gestión de emergencias.
Las 'olas' del tsunami siguen golpeando en otras costas. La crisis en Fukushima ha despertado un debate global sobre la energía atómica. Hoy en día existen 417 reactores, distribuidos en veinte países, desde Estados Unidos, con 104, hasta Argentina, con 2. Actualmente, China construye unos 27 y Rusia, otros 11. La necesidad de reducir las emisiones de gases efecto invernadero había servido de excusa para limpiar la mala reputación de este tipo de plantas y convertirlas, en años recientes, en una opción 'verde' contra el calentamiento de la Tierra.
Sin embargo, la amenaza en Japón les ha recordado a sus defensores la principal razón contra las centrales atómicas: los riesgos de seguridad. Si bien los reactores de Fukushima aguantaron un sismo quince veces más poderoso que el máximo permitido por su diseño, evaluaciones iniciales revelan que hubo fallas en los sistemas de defensa de la planta. Suiza y Alemania suspendieron sus planes de construir más centrales.
En materia económica, la incertidumbre generalizada ha empujado las bolsas a la baja. Mientras que un desastre natural genera una caída temporal y luego expectativas por el esfuerzo de reconstrucción, un evento nuclear distorsiona los mercados energéticos, impacta las políticas estatales y dispara la ansiedad. Con la batalla contra el reactor aún en progreso, no hay claridad sobre los alcances reales del accidente en Fukushima.
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