sábado, 27 de agosto de 2011

EL HOMBRE ES VIL.

Rafael Michel.

Desde donde comienza la patria, Tijuana Baja California hasta el último rincon de los Estados unidos Mexicanos, Cancún Quintana Roo; nos dimos cuenta cambios
en las autoridades:
El lenguaje oficial se transformó. Desde la Presidencia, la palabra “terrorismo” evocaba todo tipo de fantasmas y se le escatimó a los sucesos del 15 de septiembre de hace tres años en Michoacán, granadazo que mató a ocho e hirió a decenas entre una multitud que festejaba las fiestas patrias, y a los ataques con coches bomba en Ciudad Juárez y Tula. Menos de una semana después de la balacera que estuvo a punto de desatar una tragedia en el estadio del Santos Torreón, el atentado contra civiles indefensos en un casino de Monterrey acaba con el cuidado del discurso: “Son verdaderos terroristas”.

Pero, creo que no se actúa.

Dostoievski escribió que “el hombre es vil, a todo se acostumbra”. En octubre de 1994, el cascarón del estadio Heysel de Bruselas se levantaba entre la bruma como un fantasma que no dejaba cerrar la herida de la tragedia del 29 de mayo de 1985, cuando una estampida por disturbios de los hooligans cobró la vida de 39 aficionados que asistían a un partido de la Copa de Europa entre Liverpool y Juventus. Nueve años después, el inmueble fue remodelado para ser convertido en el estadio Rey Balduino, y qué lejos parecía a un viajero mexicano esa calamitosa jornada belga. Y qué cerca estuvo de revivirse, el sábado pasado, en Coahuila.

Pese a que la violencia predomina y el propio día en que se declara luto nacional por el caso Royale, ayer, la cifra de ejecutados llegó a 47 en el país, cabe dudar sobre la coincidencia de los hechos del sábado pasado en La Laguna y el ataque en la avenida Gonzalitos de Monterrey. Multitudes, pánico, armas de fuego y fuego mismo. Por más que Dostoievski nos hable al oído sobre la vileza de la especie, resulta difícil adoptar como costumbre la agresión y el proceder criminal. ¿A los cuántos sucesos se deja de hablar de hechos aislados para que se conviertan en norma?

El atentado de Monterrey motiva a recuperar enseñanzas del caso Lobohombo, aquel salón de baile que, con 11 amparos que lo protegían, sucumbió a las llamas y dejó 21 muertos en la capital mexicana en octubre de 2000. Irregularidades, resquicios legales y suspensiones judiciales permitieron que ese antro operara y se fraguara una tragedia. La entonces delegada de Cuauhtémoc, Dolores Padierna, ahora segunda de a bordo en el PRD nacional, emprendió una cacería contra bares y tables que, aun con sellos de clausura, daban servicio, y hubo aquellos en regla que pagaron por otros. Una persecución similar a la que ahora se desata contra los casinos y casas de juego. Sólo anoche había once cateos y tres detenidos.

Que nadie, por supuesto, satanice la Ley de Amparo. Pero respetar una legislación no hace santos a todos los jueces. Si el Lobohombo sobrevivió a 11 intentos de clausura para sucumbir bajo las llamas, el casino Royale cumple con todos los requisitos para ser ejemplo de otra historia de corruptelas que sólo encontró su punto final bajo cenizas. Aunque parezca insólito, las autoridades federales, estatales y municipales se hicieron un lío y, 24 horas después del incendio, aún no atinaban a dar el nombre del propietario del malogrado negocio. Se deslindaron los Madero y los Aguirre. Queda un nombre: Raúl Rocha Cantú, y la confirmación, sin identidad del blanco, de que ya hay una orden de presentación.

Dentro del aciago ambiente, en este país que se niega a zafarse de la sentencia de Breton, no falta el momento humorístico. No, nada que ver con Azalia Ojeda, la ex Big Brother que pendejeó a un policía, se catapultó a la fama y sólo pagó por ello mil 700 pesitos, ahorrados seguramente de sus ingresos como asalariada de la policía bancaria. La hilaridad tampoco viene del lado de Ninel Conde, quien ya abrió un concurso de chistes para compensar la injusta avalancha de Twitter. No. Es Vicente Fox, quien aprovecha a una comunidad ávida de noticias tras la tragedia y llama a que el crimen pacte una tregua e, incluso, propone ofrecer amnistía a los agresores. Ni tregua ni amnistía, le responde Alejandro Poiré, el cazador de mitos, casi doce horas después.

Una pequeña concentración lanzó su ya basta con un cacerolazo en el Ángel de la Independencia de la avenida Reforma. No son más de 500, a juzgar por la crónica del colega Juan Pablo Becerra-Acosta. Son aquellos que se resisten, un viernes por la noche, a escuchar la sentencia de Dostoievski: “El hombre es vil, a todo se acostumbra”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario