sábado, 27 de agosto de 2011

ES MOMENTO DE ACTUAR.

Rafael Michel.

Es momento de reflexionar.
Es momento de actuar.
Es momento de que cada quien hago lo que tiene que hacer.
Es momento de decir ¡ya basta!, pero con carácter. Con firmeza.
Motivo de luto nacional es la tragedia que ensombreció a Monterrey.

La dolorosa pérdida de vidas ha hecho que de todas partes de México, y de muchas del mundo, llegue un abrazo solidario a la comunidad regiomontana. Por desgracia casi nos hemos acostumbrado ya a ver la maldad desatada desde hace algunos años, pero nunca pudimos imaginar que llegaría al extremo que llegó. En un infierno de llamas y humos asfixiantes encontraron la muerte decenas de personas inocentes. ¡Y pensar que el inmenso dolor que llena ahora a tantos hogares tiene su origen en la torpe ansia de obtener dinero! Sonarán huecas las palabras de los gobernantes; de nada servirán las ya monótonas y repetitivas declaraciones de los funcionarios. La verdad es que vivimos en la más absoluta indefensión. Desde luego nadie puede prever cuándo ni dónde sucederá un hecho como éste, pero no menos cierto es que se han propiciado las condiciones para que sucedan. Se ha permitido que aumente el número de sitios donde tragedias como ésta se pueden presentar. En nombre de la libertad de unos se ha atentado contra la libertad de todos, pues la ahora la gente no puede salir de su casa sin el temor de ya no regresar a ella. Expresemos nuestro sentimiento de pesar a todos aquellos que perdieron un ser querido en este horrible trance.

Es difícil imaginar la pena de quien se despidió, como todos los días, de un familiar y no volvió a verlo ya con vida. En otro contexto, el de la visión pública de este suceso, es necesario hacer algunas consideraciones. Carroñera es la política que los mexicanos padecemos. Ya se verá cómo el terrible acontecimiento se volverá ocasión para que priístas y panistas se lancen acusaciones unos a otros, y procuren quitarse culpas y arrojarlas al contrario. Todo gira ahora en torno de la sucesión presidencial, y todo se aprovecha para hacer descalificaciones en torno de lo que habrá de venir el 2012. Sin embargo la tragedia ocurrida en esa noble ciudad, tan castigada ahora por la violencia, tiene su antecedente en el vicioso régimen de corrupción e impunidad que se instauró desde hace mucho tiempo en México. Quizá suene a hipérbole extremada, pero si vamos al fondo del asunto bien se podría decir que ese hecho violento, y las demás innumerables acciones criminales que hoy sufrimos, comenzaron a incubarse desde el remoto día en que algún funcionario inmoral aceptó aquí lo que en España fue conocido como “unto mexicano”, es decir el cohecho, el soborno, que en nuestro tiempo asumió la forma de costumbre nacional, casi de institución: “La mordida”. Eso se tradujo en desprecio por la ley, en ilegalidad, un mal que destruye primero la seguridad jurídica, y luego -efecto ineluctable- la seguridad en general.

De antiguo vienen esa corrupción y esa impunidad que alcanzarían carta de naturalización durante el largo tiempo de la dominación del PRI, y que se han fortalecido ahora, durante los dos regímenes panistas, cuando los grupos criminales cobraron mayor fuerza y pudieron disponer de armas y recursos: Armas para atacarse entre sí y atacar a la población civil; recursos para corromper a muchos malos elementos policíacos y administrativos. Ante una tragedia como ésta es imposible mirar con claridad los acontecimientos. Tampoco hay palabras suficientes ni para la indignación ni para el pésame. El desmañado escribidor acierta sólo, en medio del azoro general, a hacer una sugerencia a quienes seguirán frecuentando, aun después de tantos hechos amenazantes y tantos sucesos desastrados, los casinos, antros y demás giros negros en que estas tragedias pueden suceder, aunque ciertamente pueden pasar en cualquier sitio: lo primero que deben hacer al entrar en ellos es localizar las salidas de emergencia, y cerciorarse de que están funcionando. Ya se ve que ahora esto es cuestión de vida o muerte.
Urge, pues: actuar con firmeza, decisión.
Es momento de que la autoridad haga lo suyo.

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