martes, 1 de junio de 2010

MARCO ANTONIO RODRIGUEZ.

Rafael Michel

En la Convención Nacional de arbitros profesionales, que se celebró en Acapulco, Guerrero nos enteramos que tras 13 años arbitrando en la primera división mexicana, Marco Antonio Rodríguez se ha erigido como uno de los árbitros nacionales más reconocidos, tras dirigir ocho finales del futbol mexicano. Quizás aparezca en el Mundial de África. Pero por detrás y por encima de este oficio en los terrenos de juego se encuentra su verdadera pasión: el servicio a Dios que cumple como pastor de una iglesia evangélica en la capital del país.

Marco Antonio, árbitro internacional, no encuentra problemas para ejercer ambas actividades. «Decidí entregarme, desde hace años, al servicio de Dios. Procuro estar en la iglesia el mayor tiempo que puedo. Cuando no estoy en mi profesión de árbitro, me encuentro en el templo», explicó.

Cejas pobladas, mirada inflexible, rostro afilado, ojos hundidos, coronados por oscuras ojeras. Y una pequeña boca en la que asoman puntiagudos colmillos que le valieron el curioso apodo de «chiquidrácula», por su semejanza con un personaje de televisión. En el campo, los jugadores lo reconocen como una persona atenta y severa.

Con sólo 36 años recién cumplidos, Rodríguez ya tiene en su palmarés dos partidos pitados en la Copa Mundial Alemania 2006, además de participar en mundiales Sub 17 y partidos de importantes torneos como la Copa Libertadores Sudamericana.

Una de las curiosidades que rodean a Rodríguez es que pidió públicamente que le quitaran el sobrenombre de «Chiquidrácula», y a cambio adoptó el de «Chiquimarco», porque «Drácula es un demonio», explicó, y esa imagen no va con su fe.

Pero fue en el Mundial de Alemania donde tuvo una inesperada anécdota relacionada con su fe. En Nuremberg, mientras revivía la figura y obra de Adolf Hitler y sus campos de exterminio, en sus oraciones pedía: «Señor, Alemania fue de las primeras naciones que levantaste y predicó tu palabra con poder. Ahora los veo con poco amor hacia ti». Y en espera de alguna respuesta a su oración, a la mañana siguiente se encontró en su habitación un papel que decía: «Es un placer arreglarle el cuarto a un siervo de Dios, me llamo Graciela».

La empleada que le arregló el cuarto era una evangélica de origen peruano. Tras conversar con ella, hasta pidió permiso a la FIFA para ir a conocer su iglesia en Nuremberg, la cual comparte con «hermanos» de otros países. «Un instante maravilloso dentro del Mundial», recordó el árbitro.

Para Marco Antonio, el ejercicio del arbitraje tiene una gran relación con su fe. De hecho, ha declarado que «el mejor modelo que tengo es Dios». Antes de cada partido, Rodríguez ora para poder impartir la justicia de forma equitativa.

Aparte de anécdotas, Marco Antonio está centrado en su labor pastoral. «Ahora sólo necesito alguien que se sume a la misión de abrir iglesias», empresa para la que sin duda le ayudará el ser un hombre conocido por su vida pública como árbitro de élite.
Con los árbitros de Baja California, en especial de Ensenada, tecate y Tijuana, se comportó a la altura.

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