domingo, 20 de junio de 2010

CARLOS MONSIVAIS HABLO FUERTE

El cronista de cronistas de lo mexicano, el periodista que durante décadas demostró que sí se puede lograr la ubicuidad si de estar con las causas sociales se trata, el escritor que de tan esencial a la hora de desentrañar el alma de este país se volvía intraducible, Carlos Monsiváis, nacido en ciudad de México en 1938, dejó de respirar ayer antes de las dos de la tarde en un México que contuvo el aliento ante la noticia de su muerte, a los 72 años y luego de una larga batalla con una fibrosis pulmonar.
La autoridad de su pluma, el filo de su irónica voz y la fama de su falta de garbo eran conocidas y presentes en México.
Carlos Monsiváis hizo carrera en las tribunas de México luego de beberse decenas de bibliotecas, de volverse experto en los volúmenes que empiezan con la Biblia misma, y de estar presente en cuanta presentación de libro, exposición plástica, mitin político, conferencia magistral, borrachera intelectual, debate literario, publicación periódica y demanda de justicia desde mediados de la década de los 50 hasta el pasado mes de abril, cuando fue ingresado en el Instituto Nacional de Nutrición Salvador Zubirán afectado de las vías respiratorias.
Ante cada sacudida de este país, fuera ésta provocada por el gran terremoto de 1985 generado en las entrañas de la tierra guerrerense, o por las secuelas de las heridas que dejan los recurrentes zarpazos autoritarios de los políticos mexicanos de todos los colores, Monsiváis aparecía apenas unas horas después con una versión que no concedería tregua a quienes pretendían minimizar los hechos con eufemismos y simulaciones. Por su manera de contradecir la versión oficial, la lectura de su columna semanal Por mi madre, bohemios se volvió un rito obligado.
Pero Monsiváis era alérgico a pontificar. Se reía de todos y antes que de todos de sí mismo. Y se escapaba constantemente de los vericuetos políticos para entregarse tanto a la literatura de gran calado, fue antólogo de una versión definitiva de la poesía mexicana y se fundió con la cultura popular del siglo XX de la cual es el relator indispensable, para empezar como historiador y crítico del cine y del cómic mexicano.
Entre ovaciones, los restos de Monsiváis llegaron al Museo de la Ciudad a las 9.30 de la noche de México (4.30 en España). A partir de esa hora comenzaron los homenajes oficiales.
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Carlos Monsiváis habla del porvenir de México, el país en el que nació en 1938 y que ahora se enfrenta a unas elecciones decisivas. Monsiváis ha abordado en su obra desde la cultura indígena hasta el pop y la política, y hablar con él es asistir a un ejercicio de lucidez que apabulla. Obras suyas son Los rituales del caos y Aires de familia: Cultura y sociedad en América Latina, con el que ganó en 2000 el Premio Anagrama de Ensayo.
Pregunta. No hay nada de lo que usted no haya escrito.
Respuesta. De toros no hablaré nunca. Es un espectáculo de barbarie al que llaman arte. Y jamás hablaría de fútbol. Juan Villoro ha dicho que Dios es una pelota. En este caso específico soy ateo... Quizá cinco segundos antes de morir comprenda de qué se trata y me llevaré ese secreto para mí en una tumba esférica.
P. Juan Marichal cuenta que los exiliados españoles hicieron su viaje a México en medio de toros de lidia...
R. Esa es una de las emigraciones más generosas y más enriquecedoras que ha vivido América Latina en su conjunto. El término trasterrados que encontró José Gaos para esos españoles es perfecto. Le dieron a México una aportación que nos sigue beneficiando.
P. Antes hubo otro viaje. ¿Esa inscripción que hay en Tlatelolco de que el encuentro entre ambas sangres hizo el México de hoy es tan sólo una inscripción?
R. No fue un encuentro, ni un simposio; fue una serie de situaciones trágicas, y el conjunto creó un país nuevo. Y ahí sí que la mezcla de sangre azteca, zapoteca, chichicmeca y tarumeca, y las españolas, que creo que también podrías dividir en etnias, fue notable. Pero encuentro no fue. Tal vez, encontronazo.
P. Jorge Ibargüengoitia escribió Instrucciones para vivir en México, un libro fascinante. ¿Son tan especiales los mexicanos como para hacer preciso un manual de instrucciones?
R. Lo que él pretendía era reírse tanto de los que proclamaban la originalidad de México como de los que no lo consideraban original. Mantenerse a distancia de ambas definiciones es lo justo.
P. ¿Qué instrucciones habría que darle a la gente para que entendiera el México que ahora se enfrenta a unas elecciones?
R. Primero, entender que, como la española, la mexicana es una sociedad profundamente americanizada. Segundo, que todas las nociones respecto a la idiosincrasia única son expresiones de un deseo de volver exótico lo que en principio no lo es. Tercero, tendría en cuenta que el desempleo ha ido creando una psicología social: cada persona cuida su empleo como un nicho; "el que tenga un empleo, que lo cuide que lo cuide...". Cuarto: es un país de una cultura extraordinaria y de un afán de exterminio de las expresiones culturales que asombra. Y, en quinto lugar, se trata de una sociedad profundamente secularizada a la que la derecha intenta, tendré que decir que de manera necia y torpísima, devolver a las orillas del catecismo.
P. Se esfumó pronto la ilusión que hubo cuando cayó el PRI.
R. En el programa que hizo Televisa para comentar lo que sucedía en la elección que perdió el PRI, en el año 2000, y ante la afirmación de que había ganado la democracia, me permití decir que sí, que eso había pasado, pero también había sucedido que había ganado Vicente Fox. Fox resultó un antídoto vigoroso a todo triunfalismo y a todo deseo de pensar que la transición era un hecho... Esa victoria llevó al poder no sólo al gobernante más inhabilitado sino que lo rodeó de una casta en la que conviven, no sé en qué proporciones, la corrupción, la ineptitud y el conservadurismo más penoso.
P. ¿Qué consecuencias tiene ese fracaso?
R. La elección de 2006 va a ser importantísima: se enfrentan dos maneras de concebir la vida al borde del abismo, para ser algo melodramáticos; la visión de la derecha se ha probado una y otra vez como la menos indicada; la izquierda, por la que pienso votar, tiene un candidato excelente con limitaciones; no tiene ese candidato detrás un partido que interese. Tampoco puede decirse que en este momento haya claridad en todos los campos sobre cómo enfrentar la política racista de Estados Unidos, la inmigración, el desempleo, la violencia urbana, la desdicha apocalíptica del narcotráfico...
P. Una victoria previsible de la izquierda dibujaría un mapa especial para EE UU en la frontera...
R. Sí, aunque cualquier conjetura que se haga será por lo menos inexacta, porque la izquierda de la que hablamos va a votar por Andrés Manuel López Obrador, pero no es la izquierda organizada ni tampoco puede decirse que haya ahora un programa muy claro con respecto al fenómeno migratorio. Se ha fetichizado, y es horrendo, a la emigración porque envía a México 20.000 millones de dólares al año, pero no se ha estudiado lo que significa este fenómeno: por qué tantos millones de mexicanos se han ido estos años a EE UU; no se dice por qué hay una emigración femenina tan alta, por qué convive la antigua emigración campesina con los profesionales que emigran... El ahogo del desempleo multiplica la emigración, y eso hace necesario un nuevo entendimiento de lo que es México.
P. ¿Un cambio obligaría a Estados Unidos a repensar su política migratoria?
R. Seguramente. El Gobierno de Fox fue débil -y eso lo digo siendo benévolo- con el poder legislativo norteamericano y con lo errático, mentiroso y engañoso que ha sido George Bush. Pero no creo que en este momento la solución esté en manos del Gobierno mexicano para nada. Tiene que ser una solución que emerja, en principio, del poder legislativo y también de la capacidad de movilización de los latinos hispanos. Ese entusiasmo que se desplegó el 1 de mayo en EE UU, esa súbita intervención de los latinos hispanos en la historia americana, es un elemento decisivo... No van a EE UU a combatir a los norteamericanos: van porque se les necesita laboralmente...
P. Ahí sigue el muro en la frontera...
R. Es un símbolo de distanciamiento brutal, de humillación y de ofensa... No va a cubrir los diez mil kilómetros, eso sería imposible... Pretende marcar el carácter indeseable de los emigrantes.
P. América Latina parece rebelarse frente a lo que significa Estados Unidos...
R. Cada país tiene una izquierda que hay que entender en sus términos. Me gustó el triunfo de Evo Morales en Bolivia, pero no tengo los conocimientos que me permitan ver las posibilidades de su gobierno. No me ha simpatizado la actitud desafiante respecto a demasiadas cosas de Hugo Chaves; no creo que esté yo en capacidad de sostener con pruebas que, como dice una parte de la izquierda mexicana, el régimen de Fidel Castro sea el más democrático del mundo... Un hombre como Humala, con una familia tan sui géneris, no tiene nada que ver con la izquierda, y lo mismo pasa con Alan García: no tiene que ver con la izquierda. Me parece inevitable que América Latina elija regímenes democráticos que tengan que ver en lo profundo con el combate contra la desigualdad, que es el primer problema...

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