domingo, 25 de noviembre de 2012

POLICIAS Y JUECES QUE SE DEJARON ENGAÑAR (I de V partes.)


Rafael Michel.

Interesante, en verdad, interesante dar a conocer cómo los jueces, policías y demás personal "profesional" de diferentes procuradurías, no sólo de México, sino de muchos países se dejan engañar y sentencian sin haber obtenido las pruebas necesarias. Sture Bergwall está recluido en una clínica psiquiátrica sueca desde 1991. Se autoinculpó de 32 crímenes, le condenaron por ocho. Un periodista pertinaz desmontó la leyenda del supuesto asesino en serie y denunció cómo jueces y policías se habían dejado engañar
El diario el País de España publicó el reportaje que se me hizo interesante.Está firmado por Joseba Elola
El pequeño Johan Asplund salió de casa a las ocho de la mañana, como todos los días, para ir a la escuela. Fue el viernes 7 de noviembre de 1980. Tenía 11 años. Nunca volvió a aparecer. Su caso se convirtió en uno de los misterios sin resolver más conocidos de Suecia. Trece años más tarde, el 8 de marzo de 1993, saltaba la noticia. Un enfermo mental de la clínica de psiquiatría forense de Säter acababa de confesar el crimen. Así reproducía el diario Expressen, el 15 marzo de 1993, la confesión de ese hombre de 42 años llamado Thomas Quick. “Le cogí a la salida del colegio y le metí en el coche. Conduje hasta el bosque y violé al chico. No quería matar a Johan. Pero entré en pánico y le estrangulé. Enterré su cuerpo para que nadie pudiera encontrarlo”.


El fiscal general del Estado, Christher van der Kwast, tardó siete años en construir un caso contra Quick. Los restos del cuerpo del chico no aparecieron donde el presunto asesino decía que podían estar. Pero la confesión era muy prolífica en detalles. En su opinión, más que suficiente para presentar cargos. Para entonces, año 2001, hacía ya tiempo que Quick se había convertido en el asesino en serie más conocido de la historia en Suecia. Su sucesión de autoinculpaciones había supuesto un continuo crescendo de crímenes cada vez más atroces. En el caso Johan Asplund, llegó a confesar que se comió los dedos del pequeño.

Pero el 2 de junio de 2008 se desdijo de todo.

Thomas Quick se llama en realidad Sture Bergwall. Tiene 62 años. Sigue recluso entre los muros amarillos de la clínica de Säter, lugar de encierro para enfermos mentales peligrosos. Lleva allí 21 años. Una buena parte, con el estatus de un VIP, según cuenta el criminólogo Leif G. W. Persson. La historia de Quick/Bergwall está a la altura de esas novelas negras que nos llegan desde latitudes escandinavas.

“Así que viene usted a ver al hombre especial”, espeta la noche anterior a nuestro encuentro con Bergwall el camarero del único bar que queda abierto a las diez de la noche en Säter, pueblo situado a tres horas en coche de Estocolmo, dirección norte. “Ese hombre es un psicópata; si sale de ahí, volverá a matar. Tenga cuidado”.

Bergwall se autoinculpó de 32 asesinatos. Le condenaron por ocho. Ya le han retirado cinco condenas

Resulta curioso que ni siquiera en el pueblo que alberga a Bergwall sepan que todo ha cambiado. Que el relato ya es otro. Que el “hombre especial” está siendo descargado, una por una, de sus condenas por asesinato. En los años noventa se autoinculpó de 32 crímenes. Le condenaron por ocho. Ya le han retirado cinco. Esta misma semana le han exculpado formalmente del asesinato de dos chicas noruegas cuyos cuerpos fueron hallados a las afueras de Oslo: Trine Jensen, de 17 años; y Gry Storvick, de 23. Dos asesinatos que despertaron serias dudas en su momento. Él, que parecía un asesino, violador y descuartizador de chicos jóvenes, confesando un crimen heterosexual.

Quedan dos casos por despejar aún. Uno es el asesinato de Charles Zelmanovits, un chico de 15 años que vivió en España de los 6 a los 14, en Fuengirola. Su padre trabajaba en aquellos días como médico. Seis meses después de regresar a Suecia, Charles desaparecía tras una fiesta del colegio en Piteä, en el norte de Suecia. Fue el 13 de noviembre de 1976. Thomas Quick dijo haber desmembrado el cuerpo del joven y haberse llevado algunas partes. El otro es el de una pareja de holandeses, Marinus y Janny Stegehuis, salvajemente apuñalados en la madrugada del 13 de julio de 1984 en un paraíso de la naturaleza, en tierras laponas, a orillas del maravilloso lago Appojaure.

El abogado de Bergwall, Thomas Olsson, da por hecho que estas condenas no tardarán en ser retiradas. Los casos contra Quick se fundamentaron, sobre todo, en sus detalladas autoinculpaciones. Y se ha retractado. “Todos los casos fueron construidos igual: sin pruebas biológicas, sin huellas, sin rastros de ADN, sin testigos, sin evidencias”, dice el abogado, uno de los más reputados en Suecia, hombre elegante y sarcástico. “En cuanto le cambiaron la medicación dejó de confesar”. Bajo los efectos de ingentes dosis de benzodiacepina, un medicamento que inhibe y puede permitir al paciente perder la empatía y decir cualquier cosa, Bergwall ofrecía minuciosísimos relatos de crímenes en sesiones de terapia. Cuanto más contaba, más medicación le daban. Cuanto más medicación le daban, más contaba... (Continúa en la parte II)

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