…
Y CÓMO JUGARLO
(Florence
Scovel Shinn)
La
mayoría de la gente considera la vida como una batalla, pero la vida no es una
batalla sino un juego.
Un
juego en el cual, sin embargo, no es posible ganar si no se posee el conocimiento
de la ley espiritual. El Antiguo y el Nuevo Testamento nos brindan con una
maravillosa claridad las reglas del juego. Jesucristo enseñó que este juego se
llama dar y recibir.
«Todo
lo que un hombre siembra, eso cosechará.» Esto significa que aquello que un
hombre da por la palabra o por la acción, eso recibirá. Si siembra el odio,
recibirá odio; si ama, será amado a su vez; si critica, no se salvará de la
crítica; si miente, alguien le mentirá; si hace trampas, le robarán. Nosotros
aprendemos que la imaginación juega un papel primordial en el juego de la vida.
«Guarda
tu corazón (o tu imaginación) más que cualquier otra cosa, pues de él manarán
las fuentes de la vida» (Prov. 4,23).
Esto
significa que aquello que el hombre imagina se exterioriza, tarde o temprano,
en su vida. Yo conozco a un señor que temía una determinada enfermedad. Se
trataba de una enfermedad muy poco frecuente y difícilmente contagiosa, pero él
se la representaba sin parar, y leía artículos sobre ella, hasta que un día la
enfermedad se manifestó en su cuerpo, y el hombre murió víctima de su propia
imaginación deteriorada.
Nosotros
observamos que para participar con éxito en el juego de la vida, es necesario
dirigir bien nuestra imaginación. Es entonces cuando nuestra imaginación se
anima a no representar nada más que el bien. Atraiga a su vida «todos los
deseos justos de su corazón», la santidad, la riqueza, el amor, las amistades,
la perfecta expresión de usted mismo y la realización de los más altos ideales.
La imaginación es llamada «las tijeras del espíritu» y, de hecho, recorta sin
parar, día tras día las imágenes que el hombre forma y, tarde o temprano,
encuentra en el plano exterior sus propias creaciones. Para formar convenientemente
su imaginación, el hombre debe conocer la naturaleza de su espíritu, su forma
de funcionar; los griegos decían: «Conócete a ti mismo». El espíritu comprende
tres planos: el subconsciente, el consciente y el superconsciente. El
subconsciente no es más que fuerza sin dirección. Se parece al vapor o a la electricidad
y manifiesta aquello que se le ordena; no tiene un poder intrínseco.
Todo
lo que el hombre siente profundamente o imagina claramente queda impreso en el
subconsciente y se manifiesta en los menores detalles.
Por
ejemplo, una señora que conozco siempre se hace pasar por «viuda», desde niña.
Se viste de negro, con un largo manto, y sus familiares la encuentran muy
divertida y graciosa. Cuando se convirtió en una mujer, se casó con un hombre
al que amaba profundamente. Poco tiempo después, él murió y ella se vistió con
un largo manto de duelo durante muchos años. Su subconsciente, impresionado por
la imagen que ella misma se había formado en el pasado, se exteriorizó sin
tener en cuenta su dolor.
El
consciente es llamado espíritu mortal o carnal. Es el espíritu humano que ve la
vida tal como ésta se manifiesta. Observa la muerte, los desastres, la
enfermedad, la miseria, y las limitaciones de todos los tipos, e imprime todo
esto en el subconsciente.
El
superconciente, es el Espíritu de Dios que está en cada hombre, es el plano de
las ideas perfectas.
Es
ahí donde se encuentra el «modelo perfecto» del que habla Platón, el Plan Divino,
pues hay un plan divino para cada persona.
«Hay
un lugar que usted debe ocupar y que ninguna otra persona puede ocupar; usted
tiene una tarea por hacer que ninguna otra persona puede cumplir. »
Tenemos
una imagen perfecta de esto en el superconciente. Esta imagen se proyecta a
veces como un relámpago en el consciente y parece un ideal fuera de su alcance,
algo demasiado bonito para ser verdad.
En
realidad, éste es el destino verdadero del hombre, proyectado por la
Inteligencia Infinita que hay en él mismo. Muchas personas, no obstante, ignoran
su verdadero destino y tratan de forzar las cosas, las situaciones que no les
son propias y que les causarán fracasos y desilusiones en el caso de que
lleguen a poseerlas.
Una
joven, por ejemplo, vino a verme para pedirme el «pronunciamiento de la palabra»
con la finalidad de casarse con un hombre del que ella estaba muy enamorada.
(Ella le llama A. B.).
Yo
le dije que sería una violación de la ley espiritual, pero que pronunciaría la
palabra para el hombre de elección divina, el hombre que le pertenecía por
derecho divino.
Y
añadí: «Si A. B. es el hombre, usted no podrá perderlo; si no lo es, usted
encontrará a su equivalente». Ella se encontraba con A. B. constantemente, pero
él no se le declaraba. Una noche, la joven vino a verme y me dijo: «¿Sabe que después
de una semana A. B. no me parece más extraordinario?». Yo le contesté: «Quizá
él no sea su hombre en el Plan Divino, y puede ser que haya otro». Poco tiempo
después, la joven conoció a una persona que se enamoró inmediatamente y que le
declaró que ella era su ideal. De hecho, le dijo todas las cosas que ella
había
esperado oír de A. B. Para esta joven, todo eso es asombroso. No tardó en
empezar a responder a sus voces interiores y abandonó por completo su interés
por A. B.
Éste
es un ejemplo de la ley de la sustitución. Una idea justa ha sustituido a una
idea falsa y, en consecuencia, no hubo una pérdida o un sacrificio.
Jesucristo
ha dicho: «Busca el Reino de Dios y Su Justicia y todo lo demás te será dado
por añadidura», y Él ha afirmado también que el Reino está dentro de nosotros.
El
Reino es el plan de las ideas justas, del modelo divino. Jesucristo ha enseñado
también que nuestras palabras juegan un papel capital dentro del juego de la
vida. «Por todas tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás
condenado.»
Muchas
personas causan un desastre en sus vi das por palabras desconsideradas. Es así
como una señora me preguntó un día por qué su vida se había vuelto tan pobre y
tan mezquina. Tenía un hogar repleto de cosas bonitas y poseía mucho dinero. Al
investigar un poco más, descubrimos que se había cansado de dirigir su casa y
que repetía sin parar: «¡Yo no quiero todas esas cosas, a mí me gustaría vivir dentro
de una maleta!». A lo que añadió: «Hoy ya se ha realizado eso». Su palabra lo había
precipitado. El subconsciente no tiene sentido del humor y la gente provoca sus
propios males debido a sus bromas.
Aquí
tenemos otro buen ejemplo: una persona que poseía una gran fortuna se divertía
constantemente, y aseguraba que lo hacía así porque «se preparaba para entrar
en un asilo».
Al
cabo de pocos años estaba al borde de la ruina, por haber impreso en su
subconsciente la imagen de la mediocridad y de la pobreza.
Afortunadamente,
la ley tiene doble rasero, y una situación desgraciada puede ser transformada
en una situación ventajosa.
Una
consultante vino a mi casa en un cálido día de verano para solicitarme un «tratamiento»
para la prosperidad (en metafísica «tratar» significa someterse a la acción de
la oración). Estaba agotada, abatida, desalentada y me dijo que sólo le
quedaban ocho dólares. Yo le contesté: «Es perfecto, nosotros vamos a
bendecirlos y multiplicarlos como Jesucristo multiplicó los panes y los peces».
Precisamente por eso Él ha enseñado que todos los hombres tienen el poder de
bendecir y de multiplicar, de curar y de prosperar.
—¿Y
después, qué debo hacer?
—Seguir
su intuición. ¿Siente usted atracción por alguna cosa o algún lugar? Intuición
viene de “intueri”, ver desde el interior, es decir, ser enseñado desde el
interior. La intuición es la guía
infalible
del hombre. Hablaré más detalladamente de sus leyes en otro capítulo. Esta
señora reflexionó: «No sé, me parece que debería volver al seno de mi familia;
tengo solamente el dinero justo para el viaje de ida».
Su
familia se encontraba en un pueblo alejado y pobre; la razón, el intelecto,
parecía decirle: «Quédese en Nueva York, encuentre trabajo y gane dinero».
Pero
en lugar de eso yo le dije: «Vamos, regrese a su casa, no rechace jamás una
intuición», y a continuación pronuncié para ella las palabras siguientes:
«Espíritu infinito, abre la vía de la gran abundancia para la Señora X..., atrae
irresistiblemente todo lo que a ella le pertenezca por derecho divino». Le
recomendé repetir esta oración sin parar. Ella partió inmediatamente. Algunos
días más tarde, en una visita, reencontró a una vieja amiga de su familia.
A
través de esta amiga, recibió millares de dólares de una manera milagrosa.
Después, me dijo lo siguiente:
«Cuente
la historia de la señora que vino a verle con ocho dólares en el bolso y una
intuición».
La
abundancia existe siempre en el camino del hombre, pero no puede manifestarse
más que por el deseo, la fe, o la palabra pronunciada. Jesucristo indicó
claramente que es el hombre quien tiene que dar el primer paso. «Pida y
recibirá, busque y encontrará, llame y se le abrirá» (Mat. 7,7).
Y
en las Escrituras se lee: «En lo que se refiere al trabajo de mis manos,
mándame». La Inteligencia Infinita, Dios, siempre está listo para realizar los
deseos de los humanos, pequeños o grandes. O bien, todo deseo expresado o
inexpresado, es una demanda. Podemos asombrarnos al ver un sueño bruscamente
realizado. Un año, por Pascua, viendo bonitas rosas en los escaparates de las
floristerías; yo deseaba recibir una y, poco después, me imaginé mentalmente
una rosa depositada ante mi puerta. El día de Pascua me llegó un maravilloso
ramo de rosas. Al día siguiente le di las gracias a la amiga que me lo había
regalado y le dije que era exactamente lo que había deseado.
Ella
me dijo: «¡Pero si yo no te envié un ramo de rosas! Yo te envié azucenas». La
floristería había confundido su pedido con otro y me envió el ramo de rosas
simplemente porque yo había
puesto
en acción la ley, y debía recibir un ramo de rosas.
Nada
se interpone entre el hombre, sus más altos ideales y cada deseo de su corazón,
si no son la duda y el temor. Por eso si el hombre desea algo ardientemente,
todos sus deseos se realizarán instantáneamente.
En
el capítulo siguiente, explicaré más completamente la razón científica de esto
y cómo el miedo puede ser borrado del consciente. Éste es el único enemigo del
hombre: miedo de la pobreza, del fracaso, de la enfermedad, de las pérdidas,
todos los sentimientos de inseguridad sobre cualquier plano que sea. Jesucristo
ha dicho: «¿Porqué tienes miedo, hombre de poca fe?» (Mat. 8,26.) Creemos que
debemos sustituir el miedo por la fe, pues el miedo no es más que la fe
invertida: es la fe, ligada al mal en lugar del bien. Este es el objetivo del juego
de la vida, ver claramente el bien y rechazar de la mente todas las imágenes
del mal. Eso se obtiene imprimiendo sobre el subconsciente la realización del
bien. Un hombre muy brillante que ha
alcanzado
un gran éxito, me contó que tuvo bruscamente un rechazo de todo temor en su
conciencia y un día leyó un escrito en letra mayúscula: «No se inquiete, eso no
se producirá probablemente jamás». Estas palabras impresionaron su
subconsciente; él tiene ahora la firme convicción de que sólo el bien quiere
entrar en su vida y, en consecuencia, solamente el bien se manifiesta.
En
el capítulo siguiente trataré diferentes métodos de impresionar el subconsciente.
Él es un fiel servidor del hombre, pero debe recibir órdenes convenientes. El
hombre tiene constantemente cerca un testigo atento, su subconsciente.
Cada
palabra, cada cosa que se dice se graba dentro del subconsciente y se realiza
en detalles sorprendentes. Se parece a un cantante cuya voz quedara registrada
en un disco. Si el hombre tose o vacila, el disco lo registrar también. Rompa
los discos malos y viejos del subconsciente, los discos de nuestras vidas que
no queremos conservar, y sustitúyalos por los nuevos y bonitos.
Pronuncie
en voz alta, con fuerza y convicción, estas palabras: «Yo quiebro y demuelo
(por mis palabras) todo lo que, dentro de mi subconsciente, es falso. Todo eso
regresará a la nada, pues todos los pensamientos vanos salieron de mi
imaginación. Ahora, grabo los nuevos discos por el poder de Cristo que hay en
mí, que es la salud, la riqueza, el amor y la expresión perfecta de mi Ser, Ahí
está la cuadratura de mi vida, el juego completo.»
Un
poco más adelante, enseñaré cómo puede cambiar el hombre las condiciones de su
vida, mediante el cambio de las palabras que utiliza. Aquel que no conozca el
poder de la palabra se encuentra retrasado con respecto a su tiempo.
«La
muerte y la Vida son el poder de la lengua» (Prov. 18,21).
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