El
poblado Sergio Pitol -autor y gran escritor-, ¡se nos fué!
Escribió
hasta hartarse.
México se
ha despedido discretamente.
Fue uno
de sus tesoros literarios mejor guardados.
Sergio
Pitol, fallecido la mañana del jueves -12 de abril de 2018- en su casa de Xalapa, Veracruz.
La pluma
de Pitol fue una bisagra entre dos brillantes generaciones. La primera formada
por Juan Vicente Melo, Julieta Campos, Salvador Elizondo, José de la Colina y
Elena Poniatowska, nacidos en los primeros años de la década de los treinta.
Fue un grupo prolífico que comenzó a publicar en la adolescencia tardía.
Se dice
que ha sido despedido principalmente por profesionales de las letras y las
autoridades culturales mexicanas.
“Celebramos
su vida y legado literario, en el cual aportó a las letras universales una obra
narrativa original, traducciones y ensayos que perdurarán a través de los
años”, se lamentó la secretaria mexicana de Cultura, María Cristina García Cepeda.
La ministra dijo que convocará a instituciones, amigos y familiares a un
homenaje nacional al escritor.
Pitol ha
sido saludado a su partida una última vez por escritores e intelectuales
mexicanos de diversas generaciones. El historiador, editor y ensayista Enrique
Krauze dijo que Pitol fue “siempre apreciado y respetado”. Jorge Volpi, el más
reciente recipiente del Premio Alfaguara de novela, lo calificó como “uno de
los mayores escritores de nuestra lengua” y recomendó dos obras “perfectas”, El
desfile del amor y El arte de la fuga.
Luis Pablo Beauregard, del periodico EL PAIS, escribió también que Valeria
Luiselli, de 34 años, aprovechó el fallecimiento para recordar a la extinta
triada de cronistas que parodiaron las contradicciones de la sociedad mexicana:
José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis y el propio Pitol. “Ya andan de pachanga
(fiesta) otra vez. Gracias por iluminar partes oscuras de nuestras almas, por
hacernos reír de nosotros mismos y por recordarnos siempre que la libertad de
pensamiento no es canjeable por nada”, escribió en Twitter la autora de Los ingrávidos.
Los
políticos también dijeron adiós al Premio Cervantes 2005. En medio de la
campaña electoral rumbo a las presidenciales del 1 de julio, los principales
candidatos presidenciales dedicaron unas palabras al autor de El mago de Viena.
“Lamento el fallecimiento de Sergio Pitol, siempre solidario con nosotros como
Fernando del Paso y Elenita Poniatowska, los tres grandes escritores y
ciudadanos de buenos sentimientos”, dijo Andrés Manuel López Obrador, el
puntero de las encuestas. El candidato de Por México al Frente, Ricardo Anaya,
destacó la “extraordinaria inteligencia y humor” de Pitol. Aurelio Nuño, el
jefe de campaña del candidato del PRI, José Antonio Meade, destacó el carácter
de viajero infatigable que deja a los mexicanos “obras maravillosas”. Todo un
legado que el gran público aún está por descubri.
Asi es…
El premio
Cervantes 2005 falleció la mañana de este jueves en su casa de Xalapa, la
capital del Estado de Veracruz, a los 85 años, por las complicaciones
provocadas por la afasia progresiva, una enfermedad que sufría desde hace
varios años. El escritor nacido en Puebla, pero veracruzano de adopción,
siempre necesitó el movimiento como combustible de su obra. En los últimos
años, sin embargo, esta enfermedad neurológica afectó gravemente al hombre que
había mostrado su conocimiento detallado del idioma. En 2006, el año en el que
recibió el Cervantes, comenzó a presentar fallas en el habla. La muerte ha sido
confirmada esta mañana por Laura Demeneghi, la sobrina que le acompañó durante
la entrega del premio Cervantes y quien durante los últimos tiempos vivía con
el escritor y ejercía como tutor.
A medida
que su salud fue empeorando, creció también un espinoso pleito, una maraña de
denuncias cruzadas y reproches entre la familia Demeneghi y el círculo cercano
de amigos del autor de El desfile del amor. Su primo, Luis Demeneghi, llevaba
años sosteniendo que había perdido sus facultades mentales y que estaba
“secuestrado por una camarilla”. Una ola de intelectuales –Poniatowska, Glantz,
Villoro– salieron entonces a la palestra para defender la lucidez de Pitol.
Mientras tanto, la custodia temporal quedaba en manos de los servicios sociales
del Estado de Veracruz. En noviembre del 2016, la familia recuperó la custodia
y cargó a los antiguos tutores con tres denuncias por manipulación, negligencia
y robo, incluyendo la medalla del Premio Cervantes.
Pitol,
sin embargo, necesitó viajar para perder el pudor a publicar. Meses antes de
cumplir los 20 años salió por primera vez al extranjero. En Caracas escribió
varios poemas. “Decir que eran deleznables sería elogiarlos”, escribió. Fue
hasta 1957, cuando tenía 25 años, que sus primeros cuentos vieron la luz en una
revista dirigida por Juan José Arreola. Con ello se empató a la generación de
José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis.
Por
muchas décadas la presencia de Pitol en el panorama literario mexicano fue una
ausencia. Elena Poniatowska afirma que eligió el servicio exterior porque fue
la única carrera que le permitió ganarse la vida viajando. “Creo que por 25
años no supimos de él sino a través de sus cartas”, confesó.
Fueron,
en realidad, 28 años de un periplo a través de China, Bulgaria, Hungría,
España, Francia, la Unión Soviética y Checoslovaquia. En cada escala gestaba
una inquietud que cargaba como bagaje al siguiente destino. Su Trilogía de la
memoria, editada por Anagrama y compuesta por El arte de la fuga (1996), El
viaje (2001) y El mago de Viena (2005) combina sus memorias de viaje con
ensayos y fragmentos de borrosas fronteras entre realidad y ficción.
La
trilogía se formó de apuntes garabateados en cuadernos y diarios compilados en
decenas de hoteles. Pitol confesó lo extraño que era para él trabajar en
“casa”. “Escribir en el mismo espacio donde uno vive, equivalió durante casi
toda la vida a cometer un acto obsceno en un lugar sagrado”, relató.
A esos
años se le deben traducciones al español de una veintena de autores, entre
ellos Henry James, Joseph Conrad, Robert Graves, Jane Austen y Witold
Gombrowicz. También tuvo una particular afección por autores rusos, muchos de
los cuales tradujo al castellano por primera vez.
Monsiváis
afirmó que el tema obsesivo de la obra de Pitol era “los mexicanos fuera de sus
espacios naturales”. A pesar de su distancia física con México el escritor
veracruzano conservó intacto el pulso sobre la sociedad mexicana, a la que
parodió genialmente. Domar a la divina garza (1989), la segunda obra de su
Tríptico del Carnaval, es una muestra de esto. Su personaje principal, Dante C.
de la Estrella, un repugnante abogado lleno de lugares comunes narra su
encuentro con la traductora de Nicolás Gogol, el hecho más importante de su
vida.
El
tríptico lo completan El desfile del amor (1984), ganadora del Premio Herralde
de novela, una especie de thriller compuesto por recortes de nota roja, y La
vida conyugal (1991), una parodia del matrimonio y la vida en pareja
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