La
actitud negativa, la soberbia y hasta la inseguridad personal de un hombre hace
que naciones se unan en su contra. Bashar al Assad, que se dice tiene muchas
cualidades y que esconde –se asegura- trastornos mentales al grado de culparlo
en asesinar a decenas de civiles de su propio país, allá en el otro lado del
mundo: Siria, nación que aún gobierna.
[Damasco, 11 de septiembre de 1965) es el
actual presidente de Siria, gobernando desde el año 2000 tras suceder a su
padre, Háfez al-Ásad, quien presidió el país durante 29 años hasta su
muerte.]
Y todo comenzó...
Se despejaron las últimas dudas. A las 2,55 de la madrugada
española -del sabado 14 de abril del 2018-,
una hora más tarde en Siria, una combinación de fuerzas de Estados Unidos,
Francia y el Reino Unido desencadenaba la ofensiva contra el régimen de Al
Assad. Prácticamente al mismo tiempo, Donald Trump, Emmanuel Macron y Theresa
May daban cuenta del inicio de la operación de castigo al régimen de Al Assad,
acusado de utilizar armas químicas en el ataque que hace una semana dejó más de
cuarenta víctimas mortales y quinientos heridos en la ciudad de Duma. Horas
después del último intento diplomático estadounidense de sacar adelante una
resolución de condena al dictador sirio, de nuevo bloqueada por su aliado
Rusia, los tres mandatarios daban la orden de romper las hostilidades.Por su
parte, el presidente ruso, Vladimir Putin, aseguró que se trata de una agresión
contra un estado soberano. «Estados Unidos empeora aún más la catástrofe
humanitaria en Siria». Su aliado, Bashar al Assad, presidente sirio, quien
quiso dar aires de normalidad en Damasco y acudió a trabajar a su palacio a las
ocho de la mañana, condenó en los términos más fuertes la «agresión bárbara y
brutal» contra su país.ABC internacional, hace un recuento Y crónica sobre el
personaje.Lo primero que sorprendía de Bashar al Assad era su altura, casi dos
metros.Después su voz, entre baja y recortada,y por último, su traje gris
impecable.En octubre de 2007 Siria no ocupaba apenas espacio en los medios.Las
esperanzas de cambio generadas por la llegada del presidente al poder en 2000
se habían estancado y la guerra abierta en Irak eclipsaba al resto de
conflictos en la región.Tras una espera de una semana de espera en Damasco,
este enviado especial tuvo acceso al Palacio del Pueblo junto a una delegación
de periodistas extranjeros para entrevistar al presidente.
Los
temas domésticos sirios eran una especie de gran tabú en un país hermético
donde se ejercía un fuerte control sobre la información, así que el tema
estrella del encuentro fue el conflicto entre israelíes y palestinos, un
conflicto en el que Assad insistió en que «no hay posibilidades de paz con el
Israel actual, así que estamos listos para la guerra» y en el que calificó a
España como «nuestro principal aliado para la paz en la zona». Una entrevista
de una hora, sin temas farragosos y con tono muy cordial. Imposible pensar entonces que cuatro años
después Siria se iba a sumir en una guerra con mayúsculas, tan sangrienta como
la del vecino Irak, con la implicación
directa de las grandes potencias mundiales y regionales y con una doble
vertiente política y religiosa. Imposible pensar en que Assad, quien se paseaba
por los países europeos como presidente modelo del mundo árabe, iba a ser
tachado de «asesino» o «animal» por los políticos que antes le agasajaban.
Un
presidente al que los opositores acusan de ser el responsable máximo de una
guerra que desangra al país desde hace siete años y que piden que deje el poder
para que Siria pueda salir de esta espiral de violencia. Entre las acusaciones
más graves figura la del «empleo sistemático de armas químicas», según un
informe de Naciones Unidas publicado en septiembre, pese al acuerdo alcanzado
en 2013 con la mediación de Rusia por el que debía haber entregado todo su
arsenal.
Bashar, de 52 años, llegó a la presidencia en julio de 2000 tras la
muerte de su padre Hafez Al Assad (apodado el «León de Damasco» ya que Assad se
traduce como «león» en árabe), que había gobernado Siria durante tres décadas.
Creció a la sombra de su hermano Basel, quien estaba llamado a heredar el cetro
de poder de la familia. Tras estudiar Oftalmología en Damasco viajó en 1992 a
Londres para completar su especialización.
En la capital británica conoció a la
que más tarde se convertiría en su esposa, Asma, con la que tiene tres hijos
que se llaman Hafez, Zein y Karim.Sus estudios en el extranjero apenas duraron
dos años ya que en 1994 Basel falleció en un accidente de tráfico y Bashar tuvo
que regresar de urgencia a Damasco. Fue el primer giro radical en su vida y le
obligó a iniciar su formación de futuro presidente que se certificó tras
obtener un 97 por ciento de votos positivos en un referéndum nacional celebrado
un mes después de la muerte de Hafez.
El éxito se repitió siete años más tarde
en otra consulta en la que rozó el cien por cien del apoyo popular en las urnas
y en 2014 renovó el mandato hasta 2021… Cumple 18 años con el poder absoluto
concentrado en sus manos, los últimos siete marcados por una guerra en la que
los informes de la Comisión de la ONU encargada de investigar los crímenes de
guerra en Siria le acusan de ser el máximo responsable de actos de «exterminio,
asesinato, violación, tortura, desaparición forzada y otras actividades
inhumanas sobre miles de personas».
El
círculo que rodea Assad empieza por la propia familia, el régimen es como una
cebolla con capas infinitas que cubren un núcleo duro central formado por los
Al Assad, los Majlouf (familia de Anisa, madre de Bashar) y los Chaliche
(familia política de una de sus tías), clanes que controlan la inteligencia y
economía de Siria y cuyos integrantes forman parte de las listas de sanciones
individuales elaborada por la comunidad internacional. Si a esto se le suma el
apoyo de la jefatura militar, formada mayoritariamente por generales alauíes
(secta derivada del Islam chií), y el respaldo sin fisuras de la jerarquía de
los distintos grupos religiosos minoritarios se completa en líneas generales el
puzle de los apoyos internos que sostienen al régimen.
Una coraza de intereses
con más de tres décadas de historia que ha encontrado en Irán a Rusia el
sustento externo imprescindible para sobrevivir a siete años de guerra.
El círculo que rodea Assad empieza por la propia familia, el régimen es como una cebolla con capas infinitas que cubren un núcleo duro central formado por los Al Assad, los Majlouf (familia de Anisa, madre de Bashar) y los Chaliche (familia política de una de sus tías), clanes que controlan la inteligencia y economía de Siria y cuyos integrantes forman parte de las listas de sanciones individuales elaborada por la comunidad internacional. Si a esto se le suma el apoyo de la jefatura militar, formada mayoritariamente por generales alauíes (secta derivada del Islam chií), y el respaldo sin fisuras de la jerarquía de los distintos grupos religiosos minoritarios se completa en líneas generales el puzle de los apoyos internos que sostienen al régimen.
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