sábado, 29 de diciembre de 2012

URGE FOMENTAR LA FILOSOFIA. BUSCAR LA VERDAD.

Rafael Michel

I

Urge que las nuevas generaciones lean.

Se informen. El inicio del nuevo año 2013, es un buen pretexto. Ya vimos y sentimos que no se acabo el mundo, como muchos interpretaron, al no tener más espacio los Mayas, en su calendario, para continuar su obra maestra.
Simplemente, como decía mi madre –Graciela Michel-: “el mundo se va acabando, para el que se va muriendo”; así de sencillito.
No tomemos la vida o “todo” bajo el concepto del “valemadrismo”.
Todos debemos de informarnos y debemos de buscar la verdad. En cierto modo, la tarea cívica de la filosofía actual radica en la pugna entre pensamiento crítico y fanatismo. Sea cual sea el precio que los filósofos hayan de pagar por tener las manos vacías en su batalla contra tiranías irreflexivas y dominaciones hegemónicas, podemos esperar la victoria de un pensamiento democrático incluyente, siempre y cuando todos tengamos bien cimentados los principios básico PARA PODER VIVIR BAJO LA CULTURA DE LA LEGALIDAD Y EL ESTADO DE DERECHO. ¡NO HAY DE OTRA!




II
El libro de “El mundo de Sofía”, está genial para todos los que debemos de aprender a conocer en qué consiste la filosofía.
Vivimos en una época de generalizado relativismo ético, que entre las nuevas generaciones ha creado una actitud de «todo vale», y también en una época caracterizada por un profundo escepticismo público respecto al papel crítico de la filosofía (algo no ajeno a esa actitud). Ahora, gran parte de la población cree que el compromiso socrático con la búsqueda de la verdad es una pérdida de tiempo y una forma de vivir idealista en un mundo globalizado.
Ojo: a los filósofos se los presenta como insignificantes inventores de conceptos cuyo único objetivo en la vida es luchar por asegurarse un puesto fijo en una universidad norteamericana o europea. Por lo tanto, es probable que la afirmación de que la filosofía es una actividad liberadora se acoja con cinismo y desdén.

El mundo de Sofía de Jostein Gaarder es un libro perfecto para utilizarlo como introducción a la filosofía y de hecho es recomendado y usado como tal en numerosos institutos docentes. Está escrito con forma de novela mediante la que el autor elabora una guía básica de la filosofía occidental, de forma sencilla y amena.

III
El argumento es el pretexto que utiliza el autor para realizar con el lector este viaje filosófico. La protagonista, Sofía, es una niña que pronto cumplirá 15 años. Un día recibe una carta proponiéndole apuntarse a un curso de filosofía por correspondencia y acepta. De esta manera, siguiendo los folletos y las clases particulares del curso Sofía va conociendo poco a poco a los grandes filósofos de la historia, a la vez que el lector. También explica la historia del origen del universo mediante la teoría del Big Bang. Pero además de toda esta teoría, la novela sigue una trama paralela entre la chica y su círculo de familiares y conocidos que pretende entretener y aligerar el libro.

La obra en su día se convirtió rápidamente en un best-seller a nivel mundial y todavía cosecha un buen número de ventas. Probablemente sea porque resulta difícil imponer a un jóven o a un neófito en el tema que se informe y estudie acerca de la filosofía. Esta novela puede servirnos como un recurso más que aceptable para conseguirlo, es una herramienta que elabora el autor en lugar de escribir un aburrido libro de texto.

En ocasiones se comprende mejor un tema complejo con explicaciones sencillas, con un ejemplo o con un simple diálogo, sobre todo si lo leemos con disfrute por nuestro propio interés y no por obligación. Ahí reside el éxito de este libro


IV

Es interesante señalar que hace dos mil quinientos años, Aristófanes, en su obra Las nubes, retrataba a Sócrates como a un sofista amoral que enseñaba a la juventud ateniense a engañar mediante arteras argumentaciones. Sin embargo, en su sombría comedia Aristófanes no disuadía a los filósofos de abordar y cuestionar algunas de las creencias fundamentales en las que se basa la existencia del hombre en el mundo. Entre las principales preocupaciones de la filosofía ha figurado el desafío planteado por el concepto de libertad y su plasmación social y política. ¿Por qué a los filósofos les ha preocupado el problema de la libertad? ¿Por qué la libertad es la cuestión más importante que debe tratar un filósofo? La mejor manera de responder con claridad a esas preguntas es examinar las consecuencias que comporta dejar de lado el tema de la libertad

Postular que la filosofía es un conocimiento terminado y exhaustivo sería como definir y practicar la libertad desde ese mismo postulado. El encubrimiento del cuestionamiento filosófico por parte de la teología va unido a la pérdida de la naturaleza creadora y revolucionaria de la libertad. No cabe duda de que un individuo que ya haya accedido al cuestionamiento filosófico no podrá evitar la práctica abierta y libre que supone postular otros tipos de pensamiento y otras formas de lo imaginable. Es fascinante señalar que el cuestionamiento filosófico es una forma de pensar que puede producir fisuras en los muros que rodean el pensamiento establecido. En consecuencia, la filosofía, en tanto que interrogación crítica, se desarrolla en el espacio que separa el pensamiento libre que aspira a establecerse y el pensamiento ya propiamente establecido. Aquí es donde podríamos comenzar a comprender por qué la filosofía es la tarea constante de insuflar libertad en la vida política, en forma de correctivo empírico para la vida teológica.

V

La filosofía tiene la labor cívica de resistirse a la idea de que existe una teoría total de la realidad. En consecuencia, exigir que la organización política de una sociedad se base en una teoría total y completa equivale a proclamar que la política es algo inimaginable y a poner fin a la libertad de pensar de otra manera, de pensar en algo nuevo. Dicho de otro modo, no puede haber una sociedad democrática sin un cuestionamiento democrático o, dicho con más claridad, sin un cuestionamiento cívico de la naturaleza de la democracia. No tiene mucho sentido hablar o escribir sobre filosofía si no hay que reflexionar sobre la naturaleza de la propia filosofía. Esta es la razón de que se deba mantener la función del filósofo cívico, en tanto persona cuyo intelecto observa las inhumanidades e injusticias del mundo (casi siempre en nombre de la filosofía), a pesar de que el concepto haya perdido hoy en día su vigor político. Aunque el carácter de los tiempos así lo sugiera, el académico en busca de plaza fija no puede sustituir al filósofo, que sigue teniendo mucho que aportar a la democratización de la sociedad. Sin duda los filósofos serán socialmente útiles mientras los seres humanos continúen creyendo que la palabra filosofía no es baladí.
Por ello se insiste en que:
Sea cual sea el precio que los filósofos hayan de pagar por tener las manos vacías en su batalla contra tiranías irreflexivas y dominaciones hegemónicas, podemos esperar la victoria de un pensamiento democrático incluyente, siempre y cuando todos tengamos bien cimentados los principios básico PARA PODER VIVIR BAJO LA CULTURA DE LA LEGALIDAD Y EL ESTADO DE DERECHO. ¡NO HAY DE OTRA!






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