miércoles, 23 de julio de 2014

ENTRE DICHO LOS DERECHOS HUMANOS EN MEXICO

“Negro, hondureño y migrante: los tres delitos de Ángel Amílcar”, es  el encabezado de una verdadera historia. Y que le dio la vuelta al mundo. Dejando entre dicho a las autoridades mexicanas por su proceder contra ese extranjero en tierras mexicanas.

 Cuando July Baltazar despidió a Ángel en un punto fronterizo entre Honduras y Guatemala supo que el viaje de su pareja hasta Houston sería difícil. Entre ambos puntos se extiende México, un inhóspito cruce que pone a prueba a los miles de migrantes que transitan de Centroamérica hacia el norte
Es una historia de la vida real de la que Luis Pablo Beauregard publica en el diario El País -de Madrid España- y que en el portal hace evidente los desmanes que las autoridades hacen con los Derechos Humanos de nuestros semejantes.
Ni siquiera en sus peores pesadillas July podría haber anticipado lo que iba a suceder al padre de sus dos hijos, que había abandonado su casa en Pla playa para ayudar a pagar el tratamiento de su primogénito, aquejado por un cáncer.
Han pasado cinco años y medio de aquella despedida y Ángel no ha llegado a su destino. Se encuentra en una prisión federal acusado de delincuencia organizada y otros delitos. Amnistía Internacional lo declaró este martes preso de conciencia y junto a la reputada ONG Centro Prodh ha exigido que sea liberado.
“Este caso condensa los distintos niveles de indefensión de los migrantes en México”, explica Mario Patrón, director del Centro Pro- Derechos Humanos-. “Que en julio de 2014, a cinco años de su detención, no se haya cerrado la etapa de instrucción refleja la ausencia del debido proceso. Ángel nunca tuvo una defensa adecuada”, agrega.
Ángel Colón es garífuna, una población con presencia en la costa atlántica de Centroamérica que surgió en el siglo XVII de la mezcla de indígenas y negros originarios del Congo que habían sido esclavos en plantaciones bananeras del Caribe. En Honduras, había trabajado para reducir el contagio de VIH en esta comunidad. También presidió la Organización Fraternal Negra Hondureña, que defiende la cultura y el territorio garífuna. Cuando dejó el cargo comenzó a hacer trabajos de electricidad, pero eso no fue suficiente para pagar las facturas médicas de Ángel Elvir, su hijo de siete años.
Para llevar a cabo el periplo, comenzado en enero de 2009, Ángel tuvo que echar mano de sus ahorros y solicitar algunos préstamos. Un coyote, un traficante de personas, le había solicitado 5.000 dólares para cruzarlo a Estados Unidos. Una vez allí iría a buscar a su hermano Doroteo, que estaba en Nueva York. El coyote lo abandonó poco después de haber entrado a México. Ángel pagó a un conductor de un tráiler para que lo llevara a la capital. Hizo un viaje de 34 horas en la caja refrigerada del camión junto a 119 personas.
July tenía noticias de él por llamadas telefónicas que tenían la duración de un suspiro. Eran muestras de vida, de que avanzaba a través del territorio mexicano, que encierra tantos peligros. Ángel tardó dos meses en llegar a Tijuana, la ciudad fronteriza. En marzo se hizo el silencio.


Un coyote, apodado El Ruso, prometió ponerlo en tierra estadounidense. Lo llevó a una casa, donde lo aislaron y lo amenazaron. Al cuarto día de estar recluido, Ángel escuchó disparos y golpes violentos. Eran los años más violentos de la guerra que emprendió el expresidente Felipe Calderón contra el narcotráfico. Tijuana vivía a sangre y plomo. Asustado, el migrante hondureño trató de huir. La policía lo detuvo a él y a otras diez personas –cuatro ya han sido liberadas-, acusándolos de delincuencia organizada y de tener armas y drogas en la casa. “Después de su detención el Estado Mexicano no da el aviso consular, que es un derecho básico. Es una violación al debido proceso”, señala Patrón.
Al día siguiente de su detención, Ángel fue interrogado por policías. Él mismo describe su experiencia en su declaración: “Me llevaron a un baño donde vi mucha sangre sobre el piso, me hicieron sentar sobre el suelo, cubriéndome la cabeza con una bolsa doble, me sacudí y alcancé a hablar y les dije que eso no era necesario, que había ingresado al país por la frontera con Guatemala.
así hay mas historias. Luego las contamos.



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