domingo, 6 de noviembre de 2011

HABITANTE NUMERO SIETE MIL MILLONES (I)

Rafael Michel.

Solamente en Tijuana,Baja California -la ciudad más visitada del mundo- hay 3 mil milliones de habitantes, más los que vienen de paso.
Es para ponerse a pensar ya que se dio a conocer que el 31 de octubre nació el habitante humano número siete mil millones en el planeta. La noticia posee varios y fuertes componentes: especulativo: la aproximación a ese número se redondea para que la cifra sea nemotécnica; probabilístico: se dijo que el nacimiento sería en alguna región del África subsahariana, la región con mayor crecimiento poblacional del planeta, junto con el sudeste asiático; e ideológico: se afirmó que sería una niña, cosa prácticamente imposible de saber con certeza. El dato tiene repercusiones de interés no tanto en sí mismo, sino por lo que evoca como reflejo del éxito sin igual de la especie humana para reproducirse en la Tierra, al tiempo que plantea acuciantes cuestiones acerca de la perenne escisión al interior del organismo social universal entre quienes gozan y quienes padecen con semejante expansión del ser humano en el planeta.
Según el ultimo conteo que se realizo en el 2005, por parte de INEGI (Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática)Los Estados Unidos Mexicanos contaban, al 17 de Octubre de 2005, con un total de 103' 263 388 habitantes, que representan el 1.6% de la población mundial. De ellos 53.0 millones son mujeres y 50.3 millones son hombres.
Fuente(s):
Para mayores informes visita la pagina sig:
http://inegi.gob.mx/inegi/contenidos/esp

Hace una generación, en un libro que en su momento causó revuelo intelectual, el filósofo inglés Richard James Blackburn subrayó la importancia del nexo vital que el entorno tiene en relación con los seres humanos y afirmó lo siguiente: “El homo sapiens, la especie racional, cuya inteligencia le permite escoger por medio del ensayo y error medios crecientemente superiores para lograr sus fines, está persistentemente asaltado por objetos y agentes vampíricos cuya colectividad negativa puede ser designada como el enemigo depredador de esta racionalidad, el vampiro de la razón”. En efecto, como el título de la obra indicaba —The Vampire of Reason—, Blackburn logró una descripción muy plástica del reino de las necesidades del ser humano. Por supuesto, no sólo se refería a ese pertinaz “vampiro” en términos medioambientales, sino también en el nivel de las configuraciones humanas con las que determinados enclaves poblacionales tienen que lidiar; es decir, a la doble necesidad de imponerse al medio y de enfrentar a las propias estructuras sociales generadas con el paso del tiempo.

En este orden de ideas, observamos que desde tiempos inmemoriales ha habido un dominio medioambiental universal cuyas restricciones acicatean la inventiva humana que, con la intención de superar el constreñimiento del entorno, ha buscado diversas maneras de hacerle frente. Junto con esta barrera natural, que ha servido para expandir las capacidades superiores de la humanidad, como han sido la filosofía, la ciencia y la tecnología, en tanto que, respectivamente, formas del saber especulativo, experimental e instrumental, tenemos también la barrera que el propio ser humano ha construido a lo largo de la historia con medios que le son exclusivos: los ordenamientos sociales con fundamentos míticos, religiosos y políticos. A través del tiempo éstos han generado estructuras escindidas en las que, como dice el filósofo alemán Peter Sloterdijk, se han verificado los saltos creativos más espectaculares en el reino de los privilegiados, mientras que para las numerosas bases poblacionales del trabajo duro y monótono, la historia no es otra cosa que “labor y fatiga”.

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