Rafael Michel.
“El crimen y
la violencia que hoy afligen a nuestra nación pronto terminarán. El 20 de enero
de 2017 se restaurará la seguridad”, dijo Donald Trump en alusión a la fecha en la que
asumirá el cargo en caso de victoria.
Todos los medios masivo de comunicación a nivel mundial, habla del candidato a la Presidencia de Estados Unidos. Y lo describen de manera singular desde los gestos que realiza hasta su carácter bipolar si algo no le gusta o le enfada.
El resto de los países que conforman América latina está a la expectativa, debido al comportamiento de Trump, en la campaña, al referirse que sin poder, calumnio, difamo y retó a mucho, ¿Qué tanto no hará si llega a la máxima silla de la Presidencia de los Estados Unidos de América?
El
republicano Donald Trump se presentó el jueves como el presidente que
devolverá la ley y el orden a Estados Unidos, renunciará al intervencionismo
militar y defenderá al ciudadano de a pie ante las élites, que identificó con
su rival, la demócrata Hillary Clinton. En el discurso estridente de más de una
hora, describió un país sumido en la violencia y el caos y retrató a Clinton
como una mujer corrupta e incapaz de sacar a la primera potencia mundial de la
crisis
"Con
humildad y agradecimiento, acepto la nominación para la presidencia de Estados
Unidos", comenzó Trump. Eran las 22.22, hora local en Cleveland (Ohio), y
el Partido Republicano homologaba definitivamente al magnate y showman
neoyorquino como su nuevo líder.
El discurso
puso fin a una accidentada convención republicana, que le proclamó candidato a
las elecciones de noviembre pero fracasó en el intento de calmar el
escepticismo que provocan su temperamento volátil y sus vaivenes ideológicos.
El pesimismo del candidato, la desconfianza en las posibilidades del propio
país, se aleja de las mejores tradiciones del partido, la de la sonrisa
reaganiana y su luminosa ciudad en la colina.
Acaso más
ordenado que en sus habituales discursos improvisados, esta vez Trump encuadró
su retórica en un texto más trabajado que de costumbre, que leyó sin apartarse
del guion. Pero la idea de que cambiase el tono después de las elecciones
primarias en seguida quedó aparcada. La amalgama entre inmigración y crimen, el
insulto al contrario como arma política, la retórica apocalíptica guiaron un
discurso plagado de medias verdades y datos manipulados. Trump fue Trump.
El candidato
prometió una era de prosperidad y seguridad en Estados Unidos, tras años de
supuesto declive y corrupción asociados a su rival, Hillary Clinton, al
presidente Barack Obama y a sus antecesores, demócratas y republicanos. Su
presidencia quiere representar un nuevo comienzo. Con una retórica que mezcla
la ley y el orden de Richard Nixon con la tradición autóctona más populista y
nacionalista, se postuló como el candidato que creará empleo, salvará a las clases
medias y hará más respetable al país en el mundo.
El candidato
trazó un retrato sombrío de EE UU. Un país sumido en una ola de crimen y, según
esta versión, inundado por inmigrantes peligrosos, con una economía que ha
empobrecido a las clases medias y especialmente a las minorías. Los guiños a
negros e hispanos fueron constantes, como si quisiera deshacer el sentimiento
de ofensa ante Trump de estas comunidades, en particular la hispana.
Es la hora
del populismo a ambas orillas del Atlántico. Trump prometió defender a
"los hombres y mujeres olvidadas de este país” y a “las personas que
trabajan duro pero ya no tienen voz”. “Yo soy vuestra voz”, repitió varias
veces, como un estribillo. “Me he unido a la arena política para que los
poderosos no puedan golpear a las personas que no pueden defenderse por sí
solas”. Clinton, dijo, es “una marioneta” al servicio de los grupos de presión
y los poderosos.
¿Un
populista multimillonario? “Nadie conoce el sistema mejor que yo, y es por eso
que sólo yo puedo arreglarlo”.
"Americanismo,
no globalismo"
Otro de los
lemas de Trump es America first, América primero, idéntico al que a principios
de los años cuarenta usaban los filonazis y antisemitas contrarios a la entrada
de EE UU en la Segunda Guerra Mundial.
En un país
harto de guerras, el rechazo a los “quince años de guerras fracasadas en
Oriente Próximo” —guerras iniciadas por un republicano, George W. Bush— es
popular. “Americanismo, no globalismo será nuestro credo”, dijo. Trump es un
producto puramente norteamericano pero también muy europeo: nacionalismo y
cosmopolitismo, la fractura es idéntica.
El candidato
mencionó de pasada la propuesta de construir un muro en la frontera con México
y no citó el veto a la entrada de musulmanes, ahora remodelada como un veto a
los inmigrantes de países implicados en terrorismo. También dijo que
renegociará los principales acuerdos comerciales de EE UU.
Trump, un
millonario sin experiencia política, no pronunció el eslogan oficioso de esta
convención: el grito de “a la cárcel, a la cárcel”, dirigido a Clinton, que no
se han cansado de corear los delegados. Pero la acusó de “crímenes terribles”,
una afirmación sin base jurídica pero ampliamente aceptada por muchos votantes.
Después de
recapitular su etapa como secretaria de Estado, dijo: “Este es el legado de
Hillary Clinton: muerte, destrucción y debilidad”. Para una mayoría de
norteamericanos, y para la mayoría de aliados de EE UU, tampoco Trump es
aceptable como presidente. Visto el tono de la campaña, hoy se hace difícil
imaginar que el 8 de noviembre por la noche el perdedor pueda felicitar al
vencedor.
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