sábado, 9 de abril de 2011

HAY DE TODO.

Rafael Michel.

Hay dolor.
Hay desespración.
Hay indignación.
Hay tragedia.
Hay de todo...
Rosario Robles, ex jefa de gobierno del Distrito Federal y ahora columnista de un diario nacional, hizo una reflexión "chipocluda" y muy atinada, con relación a las manifestaciones del poeta, a quién le asesinaron a su hijo.
Comparto algo de lo que ella escribió:
El dolor de Javier Sicilia es el de muchos.
El silencio al que se somete es el arma con la que está decidido a enfrentar este abandono, esta incertidumbre, esta falta de justicia que padecen millones de mexicanos.
Es también el poderoso grito de quien, desde lo más profundo del corazón, dice que ése (el escogido) no es el camino. Su tragedia se suma a la de otros. Es la misma de miles cuyos hogares han tenido que colocar el listón negro en sus puertas en señal de luto por este clima de violencia, por esta guerra en la que a los ciudadanos les ha tocado poner los muertos sin que nadie les consultara si estaban dispuestos a tal sacrificio. Y la espiral en ascenso.
Todavía no nos reponíamos de lo sucedido en Cuernavaca cuando ya nos estábamos desayunando con la noticia de las narcofosas con 59 cadáveres. Violencia que no cede a pesar de los discursos.
El consumo y tráfico de drogas tampoco.
Por el contrario, crecen a la par que lo hacen las consecuencias que genera esta descomposición social.

De acuerdo con un informe del Centro Internacional de Monitoreo de Desplazados, en México de 2007 a la fecha más de 230 mil personas han sido alejadas de sus hogares, 116 mil casas han sido abandonadas, 11 mil negocios han cerrado y 11 mil estudiantes han tenido que dejar la escuela.
Todo ello por el temor, por el miedo, por el deseo de huir de aquellos lugares donde ya no es posible vivir con tranquilidad y paz. Estas estadísticas demoledoras se suman a la de más de 30 mil muertos que, aunque se asegure que en su mayoría pertenecían a las bandas del crimen organizado, no se puede ocultar el hecho de que en este lance han muerto muchos inocentes.
Son los llamados “daños colaterales” de acuerdo con el argot oficial (me pregunto quién fue capaz de semejante bautizo).
Son aquellos que como los jóvenes del Tec de Monterrey, los de Salvarcar en Ciudad Juárez, los niños Almanza en Tamaulipas, o Juan Francisco Sicilia y sus amigos, no tuvieron la fortuna de que el Estado (como es su obligación) los protegiera y les diera seguridad. Y frente a esta situación un caudal de declaraciones (por ejemplo la de la directora de la DEA, Michele Leonhart) queriendo convencer de que esto es resultado de una estrategia exitosa y que más nos vale apechugar y ser pacientes porque todavía quedan siete años de este clima que nos quieren imponer como destino manifiesto, como ruta única e inexorable.

Pero la sociedad ya no está segura de esto. Miles salieron a las calles, en forma simultánea, en más de veinte entidades del país y en algunas ciudades del extranjero para pedir que se termine con este clima de violencia, para demandar paz. Para demostrar con su presencia que la militarización de nuestras calles y del espacio público no es la alternativa ni la mejor vía, que estas medidas de contención son insostenibles en el largo plazo y poco efectivas para arribar al objetivo de una sociedad segura. Inundaron la vía pública para señalar que no es tarde para replantear la estrategia, para acompañarla de acciones contundentes que asuman que las violencias tienen que atacarse desde muchos frentes, pero sobre todo que es indispensable avanzar en la regeneración del enramado social (hoy roto y enfermo) para construir la paz. Es por ello que vale la pena resaltar lo que dijo Javier Sicilia: “No nos sirve buscar culpables, lo importante es que haya justicia. Por eso todos los sectores tenemos que cambiar, que rehacer el tejido social”. Ya no escribirá poemas, pero su grito es tan fuerte y poderoso como si lo hiciera. El llamado es claro: nos toca a los ciudadanos recuperar las calles, ejercer nuestro derecho a disfrutar de nuestras ciudades, a convivir pacíficamente. Nos corresponde a los ciudadanos vencer el miedo. Para que pronto llegue el día en que ningún niño o joven muera a causa de esta violencia y de la impunidad que la rodea, y ningún poeta, obligado por la impotencia, abandone el mundo del arte y de las letras que tanto nos alimentan. No, éste no puede seguir siendo el camino porque como diría Mercedes Sosa, “La Negra”: “si se calla el cantor, calla la vida…”

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