El reto para las elecciones de 2015
Rafael Michel
IEl temor a la infiltración del crimen organizado en los municipios a
través de las alcaldías se prevé que influya en el proceso electoral federal
2014-2015, que comenzó oficialmente a principios de octubre y que renovará, el
7 de junio del próximo año, la Cámara de Diputados, además de 903 presidencias
municipales, 639 diputaciones locales y nueve gobernadores, entre ellos
justamente el de Guerrero. ¿Le dará tiempo al Estado mexicano a depurar esta
situación? Eduardo Guerrero se atreve a ser optimista a medio plazo sólo en el
caso de Michoacán, donde el gobierno federal sustituyó al gobernador por un
comisionado federal y ha destituido a muchos mandos gubernamentales, tanto de
las fuerzas de seguridad como de la política, pero es rotundamente pesimista
con Guerrero: «A lo mejor aplican algunos controles, pero sin duda va a haber
gente conectada con el mundo criminal, porque en estas zonas hay que ser un
poco santo para no tener contacto con esos grupos, ubicuos en toda la
administración».Interesante y amplio reportaje puso ante la opinión publica el Diario ABC por medio de su corresponsal Yaiza Santos en abc_mundo y explica que:
II
El mapa de los cárteles que operan en
México cambia tan rápido que da vértigo. El del año pasado ya envejeció y este
no tardará mucho en hacerlo. En aquel no figuraban, por ejemplo, los «Guerreros
Unidos», acusados de la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal
Rural de Ayotzinapa tras los ataques de Iguala del pasado 26 de septiembre, que
se cobraron seis vidas. El crimen organizado en México es una hidra de Lerna
que multiplica sus cabezas cuando se le corta una.
III
En 2013, la Procuraduría General de la República (PGR) tenía
registradas 89 bandas delictivas en todo el país, según un informe que publicó
la revista «Contralíneas» después de hacer una petición formal al Instituto
Federal de Acceso a la Información (IFAI), el organismo autónomo que garantiza
la transparencia en México. No hay otra manera de actualizar la información por
vías oficiales. Eduardo Zerón, portavoz de la PGR, invita a realizar una
petición similar –que se demoraría semanas, cuando no meses– y se explica: «No
decimos qué tipo de bandas delictivas están en qué lugar ni cómo se llaman
porque para nosotros todos, todos, son delincuentes comunes. Obviamente ellos
se ponen nombres, pero si doy una información y ratifico que así los estamos
denominando y sus zonas de influencia, les estamos dando una personalidad, y
eso es lo que el gobierno federal no pretende hacer».
IV
Eduardo Guerrero, doctor en ciencias políticas y especialista en
violencia y seguridad, da respuesta a través de los datos recopilados por su
empresa, Lantia Consultores: «Tenemos registro de nueve cárteles (Sinaloa,
Pacífico Sur, Juárez, Arellano Felix, Golfo, Zetas, Familia Michoacana, Caballeros
Templarios y Jalisco Nueva Generación), y de 113 células criminales
narcotraficantes». Hace dos años, en una entrevista a «Letras Libres», Guerrero
diferenciaba entre los viejos cárteles, como el de Sinaloa, cuya violencia,
centrada en el «negocio» –por ejemplo a los conflictos con otros cárteles con
los que disputan plazas y rutas–, tiende a ser discreta, pues si atraen a las
fuerzas policiales ya no les conviene económicamente, y los nuevos,
notoriamente Los Zetas –antiguo brazo armado del cártel del Golfo, con el que
hoy mantiene una guerra sin piedad–, que ejercen una violencia desmedida e
indiscriminada para ganarse la fama siniestra que les permite extorsionar sin
paliativos en todo territorio donde operan (su influencia abarca prácticamente
toda la mitad Este del país). Además, explicaba cómo la detención de numerosos
capos en la administración del presidente Felipe Calderón –el logro pírrico de
seis años de «guerra contra el narco», a la que muchos analistas
responsabilizan del descontrol de la violencia– había tenido un efecto
perverso: la deserción de mandos medios en las grandes organizaciones, que a su
vez se convertían en capos de nuevas células del terror. Un cáncer metastásico.
V
«Las organizaciones se han ido fragmentando aún más»
«Lo que ha sucedido de ese entonces para acá –dice Guerrero– es que
las organizaciones se han ido fragmentando aún más. Todavía tenemos grandes
cárteles, sobre todo el de Sinaloa, y tenemos una gran gama de mafias, que se
dedican sobre todo a la extorsión y al secuestro. Dependiendo de su ubicación
geográfica, tienen otros negocios, como el tráfico de personas o la trata, la
extracción ilegal de combustible, etcétera. Con todas las intervenciones
militares y policiales que ha habido en los últimos dos años en los centros
urbanos más violentos, muchas células se han trasladado a zonas rurales, donde
se dedican a extorsionar a empresarios agrícolas o a ganaderos, lo cual ha
propiciado la aparición de grupos de autodefensa, muchos de ellos financiados por
estos mismos empresarios».
En este panorama es donde cuadran tanto «Guerreros Unidos» como «Los
Rojos», que se reparten la extorsión, el secuestro y el tráfico de drogas en la
zona de Guerrero, sur del Estado de México y Morelos. Ambos son escisiones del
cártel de Edgar Valdez Villarreal «La Barbie», detenido en 2010, que a su vez
fue antes el brazo armado de los hermanos Beltrán Leyva, que a su vez se
separaron del cártel de Sinaloa, al que originalmente llevaban el tráfico de
cocaína.
VI
La hipótesis de Eduardo de lo que sucedió en Iguala tiene que ver con
el choque de estas células con los grupos de carácter guerrillero que ya
existían en las zonas rurales del estado de Guerrero: «Posiblemente el
asesinato de los normalistas –en ningún momento hablará Eduardo de
desaparecidos– tenga que ver con que los normalistas tenían un vínculo (tenue,
pero lo tenían) con una célula guerrillera, el ERPI [Ejército Revolucionario
del Pueblo Insurgente], escisión del EPR [Ejército Popular Revolucionario]».
VII
Sea como fuere, los seis muertos y 43 desaparecidos de Iguala
pusieron sobre la mesa que el mundo criminal está infiltrado de manera
alarmante en las instituciones públicas municipales. «Para ser eficientes en su
operación –explica Eduardo– estas mafias pequeñas generalmente trabajan de la
mano de las autoridades locales. A veces bajo un acuerdo de beneficio mutuo,
repartiéndose las 'utilidades' de los negocios criminales; otras, por
intimidación o sometimiento».
Los focos sobre Guerrero, sin embargo, corren el riesgo de dejar en
la sombra la situación en los estados del Golfo, especialmente Tamaulipas,
donde ejercen el terror una miríada de mafias afines a Los Zetas. «La gran
diferencia en Tamaulipas –explica Guerrero– frente a Michoacán y Guerrero es que
las células criminales no tienen arraigo social: trabajan en un esquema más de
intimidación y de amenazas contra la sociedad civil que de alianzas,
colaboración, o incluso beneficencia, como sí hacen Los Templarios o La Familia
Michoacana». José Antonio Caballero, director de la División de Estudios
Jurídicos del prestigioso CIDE va más allá: «El problema en Tamaulipas es que
no sabemos nada». El miedo y la autocensura atenazan a los medios y a la
sociedad civil. Y pone el ejemplo escalofriante de la doctora María del Rosario
Fuentes, que denunciaba con pseudónimo situaciones de violencia a través del
portal «Valor por Tamaulipas» y que apareció muerta el pasado jueves 16 de
octubre: sus verdugos usurparon su cuenta de Twitter para mostrar la foto de su
cadáver ensangrentado.
VII
A 14 años de las primeras elecciones presidenciales libres, camino
de unas reformas estructurales que han merecido el elogio de toda la comunidad
internacional, México sigue con los pies metidos en un lodazal que recuerda
aquel diálogo entre Carver y Herc en «The Wire»: «Ni siquiera puedes llamar
guerra a esta mierda porque las guerras terminan». Caballero es tajante acerca
de dónde reside el problema, que ya trascendió el mero tráfico de drogas:
«Mientras no se mande el mensaje de que quien reciba dinero ilegal para la
campaña, venga de donde venga, va a ser castigado, mientras existan
complicidades, es muy difícil que se pueda acabar con esto. La clave es que hay
una justicia inequitativa: hay quien sí se puede salir con la suya y no pasa
nada».
IX
El de Sinaloa es el único que no parece correr riesgo de
fragmentarse, a pesar de la detención en febrero de su líder, Joaquín «El
Chapo» Guzmán, el narcotraficante más buscado del mundo hasta ese momento. Hace
dos semanas, se hizo público que, según un documento de la Corte Federal del
Distrito Oeste de Tejas, Germán Olivares «El Paisa» es ahora el líder de la
organización junto a Ismael «El Mayo» Zambada, en busca y captura. Eduardo
Guerrero describe el cártel de Sinaloa como «muy disciplinado, muy sofisticado
y muy antiguo –los años ochenta son la Prehistoria en este voluble panorama–,
que funciona, a diferencia de los Zetas o del Golfo, de una manera mucho más
vertical, en un esquema piramidal de mando, y tiene mucha más cohesión que los
otros cárteles. Son muy habilidosos, además, para negociar con las autoridades
de gobierno. Y, sobre todo, es la única organización que tiene capacidad para
trasladar la droga desde Suramérica hasta la frontera de Estados Unidos, por su
presencia tan extendida y su capacidad logística. Si se fragmentaran, perderían
mucho dinero, y este incentivo económico los empuja a estar unidos».
X
En el otro extremo de los cárteles de la vieja guardia está el de
Juárez, que ya antes de la detención de Vicente Carrillo Fuentes, el pasado 14
de octubre, ya estaba en decadencia, según Guerrero, y estaba dominado en
realidad por el cártel de Sinaloa –con el que perdió su cruenta guerra–. «Lo
que quedaron fueron las pandillas, 'Barrio Azteca', 'Los Mexicles' o 'La Línea'
(que era su brazo armado), que tienen remanentes activos en algunas zonas de la
ciudad».
Esperemos ver como se renova más la metástasis del crimen organizado... Esperemos también tomen consciencia los integrantes del crimen organizado y no afecten a familias enteras por sus intereses particulares; o bien, actué con prontitud la ley.
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