!Señor! ayúdame a entender que sólo soy un facilitador del juego, no un protagonista.
Dame la serenidad para comprender la presión del momento que tienen los deportistas. Dame la habilidad para poder estar en el momento justo, en el lugar indicado para señalar cualquier infracción al reglamento.
Ayúdame a ser humilde y entender que aunque tengo la autoridad en la cancha, eso no me hace superior como persona a los jugadores, ni a nadie.
Dame la inteligencia para admitir que si quiero ser respetado, debo respetar a todos los demás. Mi responsabilidad es hacer que se aplique un reglamento, se respete, y el juego sea limpio.
No soy un juez para impartir justicia. Soy un simple personaje invisible que indicará cuando la pelota debe o no estar en juego, salga de la cancha o alguien no sea leal en la disputa por el balón.
Así de sencilla es mi función. Mis acciones pueden parecer justas o no, pero debo tener siempre en mi conciencia que hice lo correcto. Gracias, Señor, por permitirme estar un día más en la cancha…
Posible o seguramente me voy a equivocar, y no siempre seré el mejor, pero siempre, a cada silbatazo lo estaré intentando… Y por último !gracias, muchas gracias por esta final más que me das la oportunidad de sancionar y estar a lado de mi pequeña familia.
Amén.
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