miércoles, 8 de julio de 2009

DON QUIJOTE

Por Rafael Michel

Siendo don Quijote de la Mancha una obra mundialmente reconocida y admirada por muchas generaciones de lectores, se podría pensar que ya nada nuevo queda por decir para resaltar sus innumerables atributos. Sin embargo, no deja de ser una referencia en constante renovación para quienes buscan en la literatura una manera de disfrutar su tiempo libre, o quizá también para tratar de explicarse el mundo que les rodea. Gracias a una obra como esta, sigue manteniéndose presente una contagiosa bibliofilia, la cual ayuda a que la lectura de libros no se extinga por completo, en esta época tan saturada de señales caóticas de todo tipo. Sirvan estos comentarios como punto de partida para hacer una exploración, sumada a las muchas que ya se han hecho, de la primera parte de esta gran novela. El acto de leer es, en sí, uno de los ingredientes fundamentales de la obra maestra de Cervantes. Es decir, la lectura de los libros de caballerías es el motor inicial de la trama, así como el origen de todos los infortunios del personaje principal de la novela. Como nos dice Carlos Fuentes: “don Quijote es un lector […] su lectura es su locura”. A partir de esa bella locura se desata el dinamismo que da vida a “la novela como el arte de los desplazamientos”.

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