PILARES DE CADA ARBITRO.
Rafael Michel
En la educación de los árbitros se deberá transmitir, masiva y eficazmente, un volumen cada vez mayor de conocimientos teóricos, prácticos y técnicos evolutivos, adaptados a la civilización cognoscitiva, porque son las bases de las competencias del futuro. Simultáneamente, deberá hallar y definir orientaciones que permitan no dejarse sumergir por los conflictos que se presentan antes, durantes y después de cada actuación y las corrientes de informaciones más o menos efímeras que invaden los espacios públicos y privados y conservar el rumbo en proyectos de desarrollo individuales y colectivos.
En cierto sentido, la educación del juez deportivo se ve obligada a proporcionar las herramientas necesarias para enfrentar cada complejo problema- que obviamente en la lectura de las reglas de juego, está la solución- y las cartas náuticas de un mundo deportivo complejo y en perpetua agitación y, al mismo tiempo, la brújula
para poder navegar por él.
Con esas perspectivas se ha vuelto imposible, y hasta inadecuado, responder de manera puramente cuantitativa a la insaciable demanda de educación de los silbantes, que entraña un bagaje de preparación cada vez más voluminoso. Es que ya no basta con que cada iárbitro acumule al comienzo de su vida deportiva una reserva de conocimientos a la que podrá recurrir después sin límites.
Sobre todo, debe estar en condiciones de aprovechar y utilizar durante toda su carrera deportiva e inclusive en su vida diaria. cada oportunidad que se le presente de actualizar, profundizar y enriquecer ese primer saber y de adaptarse a un mundo en permanente cambio.
Para cumplir el conjunto de las misiones que le son propias, la disposición de los árbitros, debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales que en el transcurso de la vida son para cada persona, en cierto sentido, los pilares del conocimiento: aprender a conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la comprensión; aprender a hacer, para poder influir sobre el propio
entorno; aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas; por último, aprender a ser, un proceso fundamental que recoge elementos de los tres anteriores. Por supuesto, estas cuatro vías del saber convergen en una sola, ya que hay entre ellas múltiples puntos de contacto, coincidencia e intercambio.
Aprender a conocer
Este tipo de aprendizaje, que tiende menos a la adquisición de conocimientos clasificados y codificados que al dominio de los instrumentos mismos del saber, puede considerarse a la vez medio y finalidad de la vida humana y de la vida -deportiva-. En cuanto al medio, consiste para cada árbitro en aprender a comprender el mundo deportivo, en este caso el futbol, en su esencia, al menos suficientemente para --deportivamente- vivir con dignidad, desarrollando sus capacidades profesionales y comunicarse con los demás.
Aprender a hacer
Aprender a conocer y aprender a hacer es, en gran medida, indisociable. Pero lo segundo está más estrechamente vinculado a la cuestión de la formación profesional del árbitro: ¿cómo enseñar al árbitro a poner en práctica sus conocimientos y, al mismo tiempo, cómo adaptar la enseñanza al desempeño de sus funciones, cuya evolución no es totalmente previsible? La Comisión procurará responder en particular a esta última interrogante.
Aprender a vivir juntos,
aprender a convivir con los demás
Sin duda, este aprendizaje constituye una de las principales ramas de la educación deportiva contemporánea. Demasiado a menudo, la violencia que impera en el mundo deportivo contradice la esperanza que algunos habían depositado en el progreso de lps deportistas y hasta de la humanidad. La historia humana siempre ha sido conflictiva, pero hay elementos nuevos que acentúan el riesgo, en particular el extraordinario potencial de autodestrucción que la humanidad misma ha creado durante el siglo XX. Y sobretodo para querer imponerse. En lo deportivo, a los adversarios tratando de engañar a los árbitros, directivos para llevarse los honores en base a la violación a la Cultura de la Legalidad Deportiva.
Aprender a ser
Desde su primera reunión, la Comisión ha reafirmado enérgicamente un principio fundamental: la educación debe contribuir al desarrollo global de cada árbitro: cuerpo y mente, inteligencia, sensibilidad, sentido estético, responsabilidad individual, espiritualidad. Todos los árbitros deben estar en condiciones, en particular gracias a la educación recibida en sus Colegios o Delegaciones de árbitros, pues, deben dotarse de un pensamiento autónomo y crítico y de elaborar
un juicio propio, para determinar por sí mismos qué deben hacer en las diferentes circunstancias de su participación como árbitros siguiendo las directrices que se les dicten.
Pistas y recomendaciones…
La educación del árbitro a lo largo de la vida deportiva se basa en cuatro pilares: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir juntos, aprender a ser.
Aprende a conocer,, combinando una cultura general suficientemente amplia con la posibilidad de profundizar los conocimientos en un pequeño número de prácticas y conocimientos teóricos-físicos. Lo que supone además: aprender a aprender para poder aprovechar las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de la vida deportiva.
Aprender a hacer a fin de adquirir no sólo una calificación profesional deportiva sino, más generalmente, una competencia que capacite al árbitro para hacer frente a gran número de conflictos –antes, durante y después de su actuación- y a trabajar en equipo. Pero, también, aprender a hacer en el marco de las distintas experiencias deportivas que se ofrecen, bien espontáneamente a causa del contexto deportivo y hasta social, bien formalmente gracias al desarrollo de la enseñanza por alternancia.
Aprender a convivir juntos desarrollando la comprensión del otro y la percepción de las formas de interdependencia -realizar proyectos comunes y prepararse para tratar los conflictos- respetando los valores humanos, deportivos y hasta de pluralismo, comprensión mutua y paz deportiva: de lo contrario se debe aplicar la cultura de la legalidad deportiva en todo su esplendor.
Aprender a ser –árbitro- para que florezca mejor la propia personalidad y se esté en condiciones de obrar con creciente capacidad de autonomía, de juicio y de responsabilidad personal. Con tal fin, no menospreciar en la preparación ninguna de las posibilidades de cada individuo: memoria, razonamiento, sentido
estético, capacidades fisicas, aptitudes para comunicar ...
Mientras los sistemas formales propenden a dar prioridad a la adquisición de conocimientos, en detrimento de otras formas de aprendizaje, importa concebir la preparación como un todo. En esa concepción deben buscar inspiración y orientación las reformas de preparar árbitros, en la elaboración de los programas y en la definición de nuevas políticas pedagógicas, en cada colegio de árbitros y en cada delegación o grupos de árbitros profesionales.